
El escritor francés Charles Nodier escribió en 1831 el cuento “El amigo de los libros”, en el que explica que “del bibliófilo al bibliómano no hay más que una crisis”.
Para este autor, “el bibliófilo sabe elegir los libros; el bibliómano los amontona. El bibliófilo añade un libro a otro tras someterlo a todas las indagaciones de los sentidos y la inteligencia; el bibliómano apila los libros sin mirarlos siquiera. El bibliófilo aprecia el libro; el bibliómano lo pesa o lo mide. El bibliófilo procede con lupa; el bibliómano, con vara”.
En 2024, en una especie de glosario titulado Bibliopatías, bibliomanías y otros males librescos, su autor, el italiano Antonio Castronuovo, expresa así esa diferencia: “el bibliófilo posee libros y el bibliómano, en cambio, es poseído”.
El “fervor de tener libros” del bibliómano, que diría el italiano Gaetano Volpi, se intuye en la definición académica de “bibliomanía”: “propensión exagerada a acumular libros”. Este término, ya con una larga historia, fue acuñado, en el siglo XVII, por Guy Patin, doctor de la Facultad de Medicina de París, quien confesaba padecer este tipo de obsesión. Pero la figura del “loco de los libros” ya había sido retratada en La nave de los locos, un poema que Sebastian Brant compuso en 1494 para criticar la sociedad de su época.
Tipos de bibliomanías y de bibliómanos
No todos los bibliomános son iguales. Castronuovo, siguiendo el ensayo Bibliomania de Giacomo Marcacci, distingue los bibliómanos virtuosos de los ignorantes. Estos últimos son definidos como “pobres almas afectadas de una enfermedad que los obliga a rodearse de objetos que no utilizan, o utilizan solo como decoración, amontonados a toda prisa en los estantes o abandonados en improvisados rincones”.
En cambio, los bibliómanos virtuosos se caracterizan por leer todos los libros “que, adquiridos o recibidos por otras vías, entran en la colección privada”.
Castronuovo, en otro texto titulado “Breve léxico de enfermedades librescas” destaca otros tipos de bibliomanía, además de la virtuosa: analfabeta, exclusiva, envidiosa, atesoradora, vanidosa y voluble.
Como variantes curiosas de la bibliomanía, se refiere, por ejemplo, a la “biblioprestocleptomanía” (‘acto por el cual no se devuelve jamás el libro que se ha pedido prestado’). También la “biblioprestosinvergüencería” (‘devolver el libro prestado después de haberlo llenado de subrayados y marcas de lectura’) o la “erotobibliomanía” (‘acto que se sigue a la adquisición de un libro nuevo, antes incluso de leerlo: el libro será contemplado con éxtasis, palpado, acariciado, olido, besado y, a veces, lamido’). Y no olvidaba la “ginecobibliomanía”, que da nombre a la obsesión por los libros experimentada por las mujeres.
En relación con este último concepto, Castronuovo expone que, si bien Marcacci considera a las mujeres bibliómanas como “peligrosísimas”, ya se trate de las románticas, las depredadoras, las extremas o las furibundas, la predominante es la “bibliómana mansa”. De hecho, en su obra de 2024 reserva una entrada para estas “mansas depredadoras”.
Bibliógenes y bibliorexia
Para designar a la persona que acumula libros, el Diccionario del español de todos, en línea, propone “bibliógenes”, acrónimo formado por “biblio-” (‘libro’) y Diógenes (‘nombre del síndrome que indica una tendencia a acumular objetos’).
Por otra parte, en el citado lexicón, en la entrada correspondiente al término japonés “tsundoku”, definido como ‘tendencia o propensión a no dejar de comprar libros pese a que se vayan quedando apilados sin leer’, se sugiere, como alternativa a ese extranjerismo, “bibliorexia”.

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Se da la circunstancia de que hemos encontrado este término en el periódico DSalamanca, en concreto, en un artículo humorístico titulado “La bibliorexia, un mal nacional”. El firmante, PGarcía, se declara inventor de este término, creado a imagen y semejanza de “anorexia”. Basándose en una simple asociación entre esas dos palabras, deduce que el significado de “bibliorexia” ha de ser ‘la lectura escasa o nula de libros’.
Sin embargo, hay que señalar que, etimológicamente, este neologismo derivaría del griego “orexis” (‘deseo’, ‘apetito’), por lo que, en rigor, “bibliorexia” tendría como significado ‘el deseo de poseer libros o de leer (o de ambas cosas)’.
Amarabunta
“Amarabunta”, la última creación dentro de la fabulosa familia lingüística de la que estamos hablando, aparece expuesta en la entrada de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid.

S. H. G.
Dentro de un proyecto para el fomento de la lectura, Dunia Etura, profesora de esta universidad, y el diseñador Nacho García Sevillano (Typopótamo) concibieron esta palabra con sus definiciones. Una de ellas, la que más nos concierne en estos momentos, es la siguiente: ‘impulso irrefrenable de acumular libros, incluso cuando las estanterías ya no pueden contenerlos, acompañado de un hormigueo inquieto en las manos y el pecho al imaginar todas las lecturas pendientes’.
Ahora bien, es interesante también detallar los otros tres significados que también le otorgan a “amarabunta”:
Pasión desbordante por los libros y la lectura, reconocible por un cosquilleo interno al sostener un libro entre las manos, abrirlo por primera vez o sumergirse en sus páginas. Puede volverse crónica y no desaparece con el tiempo, sino que se expande con cada nueva historia descubierta.
Conjunto de lectores apasionados que, en tumulto fervoroso, se congregan en bibliotecas, librerías y clubes de lectura, entregándose al placer inagotable de las palabras y las historias.
Sensación de enjambre literario que recorre el cuerpo al perderse en una historia absorbente, como si un ejército de hormigas trajeran palabras y mundos nuevos hasta el alma lectora.
Todos los términos (podríamos citar muchos más), antiguos y nuevos, sirven para entender por qué celebramos el Día del Libro. Llegado el caso, si experimenta conmoción hormiguil a la vista de los libros que desea adquirir o que quiere que le regalen (todo puede ser), no se inquiete y póngale el nombre que prefiera.
Silvia Hurtado González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.