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¿Estamos frenando la transición energética en España?

Halfpoint / Shutterstock

La transición energética es tanto una necesidad para adaptarnos al impacto del cambio climático como una oportunidad para un cambio de modelo económico y, como ha puesto de manifiesto la guerra de Ucrania, para reducir la dependencia energética. Este artículo suscita una reflexión sobre el proceso que España está llevando a cabo ante este reto.

A partir de un caso real y concreto, se ilustra la contradicción que puede existir entre el discurso político, o el marco legislativo global, con la práctica real y la implantación cotidiana de esa transición energética tan necesaria.

El compromiso institucional

España se ha alineado con las iniciativas gubernamentales europeas e internacionales (como el Pacto Verde Europeo o las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) y ha publicado diferentes documentos que plasman objetivos y estrategias (compromiso contra el cambio climático, Plan de Acción de Cambio Climático). Como ha quedado recogido por el Ministerio para la Transición Ecológica, existe un marco estratégico de Energía y Clima (Ley de Cambio Climático, Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, Estrategia de Transición Justa).

A la vista de los proyectos y planes gubernamentales en España (por ejemplo, proyectos de reducción de emisiones FES-CO2, planes PIMA, etc.), a los que se añaden diferentes declaraciones de los responsables políticos e informes globales de emisión de C0₂ en los compromisos de descarbonización, podríamos pensar que España va por el buen camino.

Aplicación en la vida cotidiana

El compromiso global que muestra el anterior marco político y legislativo es necesario, pero no es suficiente. Para que la transición energética sea real y efectiva es preciso que su aplicación, en la vida cotidiana de los ciudadanos, tome cuerpo.

Así, por ejemplo, en países del entorno europeo como Francia se están tomando medidas claras para que las familias adapten sus casas a una mejora energética, afrontando así los compromisos de descarbonización.

En España, que sigue recibiendo sanciones por exceso de emisiones de gases efecto invernadero, existe la voluntad política de seguir la senda de la transición energética. El Observatorio de Sostenibilidad recomienda energías renovables.

El Ministerio para la Transición Ecológica ha elaborado una Hoja de Ruta de Autoconsumo en la que insta y apoya a toda la población a poner en marcha medidas de autoconsumo.

Sin embargo, esa voluntad institucional choca con algunas realidades concretas que frenan de facto este proceso en el territorio español.

Patrimonio cultural y transición energética

Conservar el rico patrimonio histórico español es compatible con la transición energética. Existen poblaciones con destacados edificios históricos (Toledo, Alcalá de Henares, monasterio de San Lorenzo de El Escorial, etc.). Sin embargo, en algunos casos se da una situación contradictoria.

Así, en el Decreto 52/2006 de la Comunidad de Madrid, se declaró bien de interés histórico-cultural el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial en la categoría de territorio histórico (el único en España). A diferencia de lo que ocurre con los conjuntos históricos urbanos, esta decisión hizo que se ampliase la zona de interés cultural, no sólo a los edificios histórico de El Escorial, sino también a toda una comarca, con extensas zonas residenciales modernas y polígonos industriales, en el perímetro de la denominada Cerca Histórica de El Escorial de Felipe II.


Trazado de la Cerca Histórica de El Escorial (Madrid).
Hispania nostra

La Cerca es un muro de piedra (hoy muy deteriorado) que Felipe II ordenó construir con el doble objetivo de delimitar el Bosque Real y evitar la salida de la caza mayor y la entrada de intrusos. Su trazado tiene unos 51 kilómetros de longitud y abarca un área de unas 9 960 hectáreas, comprendiendo la mayor parte de los territorios de los municipios de El Escorial y San Lorenzo de El Escorial y una parte de Zarzalejo.

Tras la promulgación de la ley de desvinculación de 1869, buena parte de los terrenos de la cerca fueron vendidos y, finalmente, quedó un marco territorial dividido en unas ochenta propiedades. En zonas de este territorio existen hoy numerosas casas modernas, que no corresponden al concepto de “conjunto histórico-cultural” y no deberían estar sujetas a protección de Patrimonio. Sin embargo, sorprendentemente, lo están.

Placas solares a 15 kilómetros de El Escorial

En la mayor parte de El Escorial existen hoy enormes dificultades para poner placas solares en las casas modernas, sin valor histórico, contraviniendo así la hoja de ruta de autoconsumo y toda la filosofía de transición en el espíritu de la ley y el marco estratégico de energía y clima español.

Por ejemplo, el núcleo urbano de Los Arroyos (unos 6 000 habitantes) se encuentra a 15 kilómetros de El Escorial, ayuntamiento del que depende. Se trata de viviendas unifamiliares recientes, sin valor cultural alguno desde el punto de vista del patrimonio a proteger. Para instalar placas solares en sus viviendas, los vecinos tienen que presentar una compleja y ardua documentación que es examinada por la Comisión Local de Patrimonio Histórico de El Escorial y el Ayuntamiento, que decide aprobar o no la instalación (que según las empresas instaladoras es idéntica a las que instalan en otros municipios).

Muchas familias ven rechazada su solicitud y otras muchas ni siquiera inician los trámites porque conocen la difícil realidad. Según las cifras de los ayuntamientos, hubo más autorizaciones (35) en un mes en Galapagar (enero 2022) que en 15 meses, desde enero 2022 a marzo del 2023 (34), en El Escorial y San Lorenzo.

Desde hace más de dos años, asociaciones de vecinos como Entorno Escorial han desplegado enormes esfuerzos (escritos y reuniones con alcaldes, defensor del pueblo, Patrimonio, etc.) para hacer ver a la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid así como a los ayuntamientos de El Escorial y San Lorenzo, que una cosa es proteger el Real Sitio y su entorno del casco urbano, algo que todo el mundo suscribe, y otra es prohibir poner placas solares a 15 kilómetros de El Escorial, en casas familiares modernas de urbanizaciones periféricas.

A día de hoy, la situación apenas ha cambiado. Al mismo tiempo, ahondando en la contradicción, está en marcha la instalación de un polígono industrial macrocentro comercial dentro de la misma zona.

El camino a la transición energética

La transición ha de ser un esfuerzo colectivo, de empresas y particulares. Poner trabas a la instalación de placas solares unifamiliares en zonas que no tienen valor histórico-cultural es frenar el proceso de mejora y adaptación que ha iniciado España.

El freno a las placas solares en el territorio de El Escorial plantea interrogantes sobre la manera en que estamos llevando a cabo la transición: quién detenta las decisiones y por qué tales decisiones, por qué existe desigualdad entre territorios (incluso dentro de la misma comunidad autónoma, ya que Madrid eliminó la obligación de pedir licencias para poner placas fotovoltaicas para autoconsumo en 2021). El caso aquí descrito ilustra la necesidad de seguir trabajando para levantar los frenos hacia una transición energética real.

Jesús Bermejo-Berros no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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Área - Ciencias Sociales y Jurídicas Comunicación Reportajes

El discurso de odio se coló en medios sociales en el trato a los refugiados del Norte y el Sur tras la guerra de Ucrania

El discurso de odio se coló en medios sociales en el trato a los refugiados del Norte y el Sur tras la guerra de Ucrania

La UVa ha estudiado las publicaciones en Twitter al comienzo de la invasión rusa en y observa diferentes mensajes según la procedencia de los desplazados forzosos

A raíz de la invasión rusa de Ucrania (iniciada el 24 de febrero de 2022), cientos de miles de personas huyeron del país atacado fundamentalmente hacia sus vecinos europeos. Esta crisis de refugiados fue tendencia en los medios sociales durante los primeros meses de la guerra y como consecuencia produjo un debate público al compararse la situación de esta población desplazada forzosamente con la de otras procedecencias. Un equipo de investigación de la Universidad de Valladolid (UVa) ha estudiado el contenido de los mensajes de aquellos días. Estas publicaciones evidenciaron un trato diferente entre refugiados procedentes del norte y del sur globales, y escondían un discurso de odio que reflejala necesidad de desarrollar el pensamiento crítico también en el ámbito digital.

El panorama que refleja el trabajo investigador es desalentador respecto al acceso a una información veraz. “El auge de la difusión de las noticias falsas y su viralización se han convertido en uno de los grandes desafíos de la comunicación del siglo XXI”, expresan Abdellah Essalhi-Rakrak y Ruth Pinedo, del departamento de Psicología de la Universidad de Valladolid, en la revista científica Profesional de la Comunicación en un artículo publicado recientemente. El fenómeno de la difusión de bulos durante el comienzo de la pandemia de COVID (2020) motivó a estos investigadores de la Facultad de Educación en el campus de Segovia a analizar si existían también mensajes maliciosos cuando estalló la crisis humanitaria ucraniana dos años después.

Para ello, los científicos sociales recopilaron los tuits en castellano que tenían un discurso claro sobre los refugiados y que mínimamente hubieran generado interés (mínimo 10 me gusta, cinco comentarios y tres retuits). Los datos se recogieron en plena ofensiva rusa, cuando mayor número de personas cruzaron las fronteras de Ucrania, durante febrero y marzo de 2022. A través del programa Tweet Archivist se creó una base de datos con las etiquetas publicadas #NoSonRefugiados y #SonRefugiados. La selección de estas etiquetas se justifican, según el equipo investigador, por la existencia de debates entre cuentas acerca del trato a los refugiados y de cómo algunos usuarios justificaban no considerarlos iguales. Con la aplicación Atlas.ti se realizó posteriormente un análisis cualitativo de los mensajes. Los mensajes pudieron ser agrupados en categorías que reflejaban las actitudes y valores, las emociones y sentimientos y las características atribuidas por estas cuentas, muchas anónimas, a los refugiados en estos breves mensajes que caracterizan Twitter (ahora X).

Actitudes, emociones y características

Los mensajes emitidos reflejaban dos grandes agrupaciones respecto a las actitudes y emociones que se atribuían a los refugiados, según su procedencia. Existían actitudes negativas (“no son bienvenidos”, “desorden”, “peligro”) y positivas (“familia”, “humanidad”). Respecto a las emociones, también se agrupaban en negativas (rabia, miedo, hostilidad) y positivas (amor, alegría, ternura). En las características atribuidas a los refugiados, la división también era binomial en varios aspectos. Mientras que a las personas de procedencia ucraniana se las asociaban con mensajes como “bebé”, “familia”, al resto se les consideraba como “criminales” o “carniceros”.

El equipo investigador asoció esta dicotomía a un discurso de odio. “Es la forma de expresión que fomenta la polarización, al atribuir a determinados colectivos características negativas”, la define Pinedo. Estos mensajes justifican la discriminación de determinados colectivos. “Y además sabemos, por los datos de la Oficina Nacional de Lucha contra los Delitos de Odio, que cuando se produce un incremento de discursos de odio, también crecen los delitos físicos de odio”, añade.

El equipo investigador trató de desenmascarar cómo se camuflaba este odio en los mensajes sobre los refugiados y hallaron a través del análisis cualitativo que entre los motivos subyacentes estaba el odio contra la religión, la atribución de un problema económico a ciertos refugiados, la exaltación nacionalista, el ataque a entidades españolas que apoyan la inmigración, razones de seguridad del país y el racismo explícito. Los tuits (ahora denominadas publicaciones), por lo tanto, dividían a las personas refugiadas en dos. Mientras a las procedentes del Norte, los mensajes tenían un tono compasivo y acogedor, a las procedentes del Sur se les rechazaba.

Pensamiento crítico frente a los bulos

El trabajo de investigación se enmarca en un proyecto de educación transdiciplinar con el que se tratan de promover habilidades para el pensamiento crítico, una manera de reflexionar sobre lo que nos rodea poniendo en duda las afirmaciones que suelen aceptarse como verdaderas. Según este equipo, el pensamiento crítico es una habilidad que se debe promover desde la educación infantil a la Universidad y a lo largo de la vida cotidiana. En ese sentido, “frente a los mensajes en los medios sociales, el cuestionamiento de lo que se dice, la búsqueda de información complementaria en fuentes fiables y el fomento de la opinión propia” pueden actuar como antídoto frente al discurso del odio, según Pinedo.

 

Refugiado o migrante

La Organización de las Naciones Unidades define al refugiado como la persona que “teniendo un temor bien fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social particular, u opinión política, está fuera de su país, de su nacionalidad y está inhabilitado o, a causa de este miedo, no quiere optar por la protección de este país”. En el caso de que esta persona no cruce las fronteras del país por estos motivos, se le considera desplazada. Un migrante, por el contrario, es una persona expatriada cuyo motivación suele estar vinculada a una mejora de su calidad de vida o la búsqueda de trabajo.

 

Bibliografía

Essalhi-Rakrak, A., & Pinedo-González, R. (2023). #EspañaInvadida. Desinformación y discursos de odio hacia los refugiados en Twitter: un reto para el pensamiento crítico. Profesional de la Información, 1-16. DOI: 10.3145/epi.2023.may.10

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¿Seguimos una dieta saludable? Las bacterias intestinales nos delatan

SewCreamStudio/Shutterstock

Millones de bacterias, virus y hongos viven en nuestro tracto gastrointestinal –sobre todo en el colon–, donde se establece una relación de beneficio mutuo con el humano.

Este conjunto de microorganismos se conoce como microbiota intestinal, y los especialistas en nutrición pueden utilizar estos minúsculos habitantes como “chivatos” de la ingesta en función de la composición. Según el tipo de alimento que pongamos en el plato, crecerán unas bacterias u otras en nuestro intestino, dejando sus “firmas” o “huellas” en el organismo: los biomarcadores.

Dichos rastros pueden dar una idea de nuestro estilo de vida. Y en muchas ocasiones, sirven de ayuda para identificar y tratar de una forma rápida y eficaz infecciones, enfermedades o exposiciones repetidas a un producto o alimento.

Armonía en las “tripas”

Tres grupos o phyla son los que forman principalmente el rico ecosistema de nuestro intestino: los firmicutes, los bacteroidetes y las proteobacterias. Dentro de cada uno encontramos multitud de organismos que deben hallarse en proporciones y diversidades adecuadas (eubiosis) para que la microbiota desempeñe correctamente sus funciones.

De hecho, un desequilibrio entre las especies (la disbiosis) puede generar consecuencias negativas a largo plazo: alteraciones en el sistema hormonal, enfermedades inflamatorias, dolencias autoinmunes o, incluso, trastornos digestivos crónicos.

Por eso es tan importante lo que comemos, ya que la microbiota fecal está directamente modulada por el consumo de ciertos alimentos, que estimulan el crecimiento de microorganismos específicos. Al cambiar nuestro menú, la cantidad y variedad de bacterias también lo hará. Y ahí es donde radica la relevancia de la dieta en el equilibrio intestinal.

Dígame lo que come…

Las investigaciones sobre salud y alimentación a menudo necesitan medir con precisión los nutrientes consumidos en una dieta para monitorizar si los pacientes siguen las instrucciones nutricionales. En este sentido, diversos estudios han demostrado asociaciones de microorganismos con patrones alimentarios concretos:

La dieta mediterránea, caracterizada por una alta ingesta de granos enteros, vegetales, frutas y aceite de oliva, se relaciona con la proliferación del phylum Bacteroidetes y la reducción de patógenos como las proteobacterias.

El consumo de vegetales, frutas, granos enteros, legumbres, semillas y aceites vegetales ricos en fibra y compuestos bioactivos (sustancias químicas de los vegetales que promueven la salud) presentes en las dietas vegetarianas fomentan el incremento de especies bacterianas como las del género Prevotella, conocidas por producir compuestos beneficiosos como los ácidos grasos de cadena corta.

La dieta occidentalizada, vinculada al aumento de enfermedades crónicas y la obesidad, se acompaña por un elevado consumo de calorías, grasas no saludables, azúcares refinados, sal, alcohol y otros elementos poco saludables. Estas ingestas pueden reducir la diversidad bacteriana a nivel intestinal y favorecer a ciertas especies de Clostridium que acarrean problemas intestinales, inflamación e infecciones.

Como consecuencia del impacto de la dieta sobre la composición fecal, son recomendables los patrones alimentarios que incluyan fibra dietética, vitaminas, minerales y componentes bioactivos. Estas pautas se asocian con una microbiota intestinal más saludable y una mayor abundancia de bacterias benéficas.

Al contrario, consumir demasiados azúcares refinados, grasas saturadas, productos lácteos y alimentos ultraprocesados empobrecería la diversidad y la cantidad de microorganismos provechosos. Esos malos hábitos también se han vinculado, como un posible agente de la microbiota alterada, con trastornos del sistema inmune, el aumento de la grasa corporal y enfermedades crónicas no transmisibles como el cáncer.

Una valiosa herramienta

En definitiva, identificar componentes microbianos como biomarcadores puede ser esencial para evaluar la ingesta alimentaria, monitorizar dolencias y planificar dietas personalizadas. Es una herramienta útil que permite abordar una nutrición de precisión y un enfoque más efectivo en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.

En ese contexto, el estudio Dietary Deal, financiado por la UE, y el proyecto METAINFLAMACIÓN, financiado por la Comunidad de Madrid, intentan identificar nuevos biomarcadores para evaluar el seguimiento y efectividad de los tratamientos dietéticos, y determinar el papel de la microbiota como causa o consecuencia de la salud y la enfermedad.

Porque, parafraseando la famosa máxima, nuestros microbios son (también) lo que comemos.

Amanda Cuevas Sierra recibe fondos del Instituto Carlos III de Salud (ayudas postdoctorales Sara Borrell)

Alfredo Martínez Hernández, Daniel de Luis Roman et Lourdes Mariell Chero Sandoval ne travaillent pas, ne conseillent pas, ne possèdent pas de parts, ne reçoivent pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’ont déclaré aucune autre affiliation que leur poste universitaire.

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¿Podemos predecir las cosechas de setas silvestres?

Bukhta Yurii / Shutterstock

Con la llegada del otoño, el suelo de muchos bosques se cubre de setas, dando pie a que los amantes de estos hongos salgan a la caza de boletus, níscalos y rebozuelos, entre otros, para disfrutarlos después en la cocina. Pero ¿es posible predecir dónde crecen sin necesidad de ponerse las botas y salir al campo?

De qué depende que salgan setas

El interés social por las setas ha suscitado la creación de herramientas para modelizar y predecir sus cosechas, como el visor mikogest, el portal web micodata o la aplicación smartbasket.

Desarrollar estas herramientas es difícil por la complejidad de los ciclos de vida de los hongos. Son organismos con extrema variabilidad intra e interanual. Esta variabilidad se debe a su interacción con el resto de organismos de los ecosistemas, al estado del suelo y a la meteorología.

No es ningún secreto que las setas salen cuando llueve y la temperatura es templada. Tampoco que algunas especies sólo salen en un tipo de suelos, como la trufa negra que fructifica en suelos calizos. La pendiente y la altitud también influyen en lo que podemos encontrar. Y también influye cómo es el bosque: el tipo de árbol, cuántos hay y su edad determinan si cogeremos níscalos o boletus.


Boletus edulis.
Holger Krisp / Wikimedia Commons, CC BY

Datos de satélite para prever las cosechas

Cómo se distribuyen los árboles en un bosque determina cómo se distribuye el micelio de los hongos en el suelo y, además, la disponibilidad de materia orgánica. En latitudes medias las setas comestibles proceden, sobre todo, de hongos micorrícicos como las amanitas, que viven siempre asociados con las raíces de los árboles, o de hongos saprobios como los champiñones, que se alimentan de la materia orgánica muerta del suelo.

Hemos comprobado que los datos de humedad del suelo estimados con satélite predicen la cantidad de las cosechas de setas con la misma precisión que los datos de precipitación.

Además, al incorporar el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) en los modelos, podemos relacionar el almacén de materia orgánica en los tejidos vegetales vivos de los bosques con la fructificación de los hongos.

Los datos de sensores lídar terrestres, que permiten caracterizar la estructura espacial del bosque con muy alta precisión, también han mostrado capacidad para predecir la cantidad de las cosechas de níscalos, sobre todo junto al NDVI.

Por último, las series de datos de la misión Sentinel-1 de la ESA, relacionados con la estructura del bosque, permiten describir cómo varían las localizaciones y las cantidades de las cosechas de setas a lo largo del tiempo. Estos datos son muy prometedores para poder predecir las cosechas de setas a medio plazo.

Los modelos de predicción de cosechas de setas con datos de teledetección son mejores que otros modelos. Ofrecen mayor precisión y permiten incorporar, para su elaboración, información prácticamente en tiempo real.

Aún quedan muchas cosas por esclarecer respecto a los hongos, pero esta tecnología nos ayuda a avanzar en su estudio. También nos permitirá conocer con mayor precisión la dinámica del micelio en el suelo y facilitará la gestión de los servicios ecosistémicos en tiempo real.


Imagen de Sentinel-1, uno de los satélites del programa Copernicus de la ESA que recoge datos de observación de la Tierra.
ESA / P. Carril

El papel de los hongos en los ecosistemas

El concepto de servicios ecosistémicos engloba, además de bienes directos como los alimentos y la madera, los servicios no productivos que brindan los espacios naturales. Por ejemplo, el agua de calidad, la biodiversidad, el paisaje y la fijación de carbono.

En este sentido, más allá de su interés culinario, los hongos contribuyen de forma importante a la producción y mejora de nutrientes en el suelo y al suministro de alimentos. También interaccionan con otros organismos, participando activamente en la regulación de poblaciones y comunidades.

Los servicios ecosistémicos indican la calidad de nuestra interacción con el entorno. Conociéndolos, podemos desarrollar herramientas para identificar el tipo de gestión de los bosques que ayuda a mitigar los efectos del cambio global. También podemos optimizar los beneficios sociales, impulsando la polinización y la fertilidad de los suelos, por ejemplo, y evitando así costes innecesarios en la agricultura.

Obtener información sobre los servicios ecosistémicos no relacionados con la madera es un desafío. Para gestionarlos eficazmente se necesita conocer su cantidad y su localización, pero la cartografía basada en datos medidos en campo es costosa y de pequeña extensión.

Los datos de satélite (o de sensores montados en aviones o en drones) permiten cuantificar y cartografiar los servicios ecosistémicos con un coste más bajo.

Las observaciones de teledetección son frecuentes y con alto detalle espacial. Esto facilita el seguimiento de los bosques de forma global. Además, algunos sensores permiten observar aspectos hasta ahora difíciles de cuantificar, como la humedad de la vegetación y del suelo, o la estructura de los árboles.

Gracias al acceso libre y gratuito a estos datos, y a los algoritmos de inteligencia artificial, podremos cartografiar la distribución de las especies de hongos y predecir con más acierto la producción de setas silvestres. Podremos saber dónde encontrarlas y cuántas recoger, asegurando su producción a medio y largo plazo y sin perjudicar su importante rol en los ecosistemas.

Beatriz Águeda posee acciones de Fora Forest Technologies SLL

Cristina Gómez Almaraz does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.