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¿Seguimos una dieta saludable? Las bacterias intestinales nos delatan

SewCreamStudio/Shutterstock

Millones de bacterias, virus y hongos viven en nuestro tracto gastrointestinal –sobre todo en el colon–, donde se establece una relación de beneficio mutuo con el humano.

Este conjunto de microorganismos se conoce como microbiota intestinal, y los especialistas en nutrición pueden utilizar estos minúsculos habitantes como “chivatos” de la ingesta en función de la composición. Según el tipo de alimento que pongamos en el plato, crecerán unas bacterias u otras en nuestro intestino, dejando sus “firmas” o “huellas” en el organismo: los biomarcadores.

Dichos rastros pueden dar una idea de nuestro estilo de vida. Y en muchas ocasiones, sirven de ayuda para identificar y tratar de una forma rápida y eficaz infecciones, enfermedades o exposiciones repetidas a un producto o alimento.

Armonía en las “tripas”

Tres grupos o phyla son los que forman principalmente el rico ecosistema de nuestro intestino: los firmicutes, los bacteroidetes y las proteobacterias. Dentro de cada uno encontramos multitud de organismos que deben hallarse en proporciones y diversidades adecuadas (eubiosis) para que la microbiota desempeñe correctamente sus funciones.

De hecho, un desequilibrio entre las especies (la disbiosis) puede generar consecuencias negativas a largo plazo: alteraciones en el sistema hormonal, enfermedades inflamatorias, dolencias autoinmunes o, incluso, trastornos digestivos crónicos.

Por eso es tan importante lo que comemos, ya que la microbiota fecal está directamente modulada por el consumo de ciertos alimentos, que estimulan el crecimiento de microorganismos específicos. Al cambiar nuestro menú, la cantidad y variedad de bacterias también lo hará. Y ahí es donde radica la relevancia de la dieta en el equilibrio intestinal.

Dígame lo que come…

Las investigaciones sobre salud y alimentación a menudo necesitan medir con precisión los nutrientes consumidos en una dieta para monitorizar si los pacientes siguen las instrucciones nutricionales. En este sentido, diversos estudios han demostrado asociaciones de microorganismos con patrones alimentarios concretos:

La dieta mediterránea, caracterizada por una alta ingesta de granos enteros, vegetales, frutas y aceite de oliva, se relaciona con la proliferación del phylum Bacteroidetes y la reducción de patógenos como las proteobacterias.

El consumo de vegetales, frutas, granos enteros, legumbres, semillas y aceites vegetales ricos en fibra y compuestos bioactivos (sustancias químicas de los vegetales que promueven la salud) presentes en las dietas vegetarianas fomentan el incremento de especies bacterianas como las del género Prevotella, conocidas por producir compuestos beneficiosos como los ácidos grasos de cadena corta.

La dieta occidentalizada, vinculada al aumento de enfermedades crónicas y la obesidad, se acompaña por un elevado consumo de calorías, grasas no saludables, azúcares refinados, sal, alcohol y otros elementos poco saludables. Estas ingestas pueden reducir la diversidad bacteriana a nivel intestinal y favorecer a ciertas especies de Clostridium que acarrean problemas intestinales, inflamación e infecciones.

Como consecuencia del impacto de la dieta sobre la composición fecal, son recomendables los patrones alimentarios que incluyan fibra dietética, vitaminas, minerales y componentes bioactivos. Estas pautas se asocian con una microbiota intestinal más saludable y una mayor abundancia de bacterias benéficas.

Al contrario, consumir demasiados azúcares refinados, grasas saturadas, productos lácteos y alimentos ultraprocesados empobrecería la diversidad y la cantidad de microorganismos provechosos. Esos malos hábitos también se han vinculado, como un posible agente de la microbiota alterada, con trastornos del sistema inmune, el aumento de la grasa corporal y enfermedades crónicas no transmisibles como el cáncer.

Una valiosa herramienta

En definitiva, identificar componentes microbianos como biomarcadores puede ser esencial para evaluar la ingesta alimentaria, monitorizar dolencias y planificar dietas personalizadas. Es una herramienta útil que permite abordar una nutrición de precisión y un enfoque más efectivo en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.

En ese contexto, el estudio Dietary Deal, financiado por la UE, y el proyecto METAINFLAMACIÓN, financiado por la Comunidad de Madrid, intentan identificar nuevos biomarcadores para evaluar el seguimiento y efectividad de los tratamientos dietéticos, y determinar el papel de la microbiota como causa o consecuencia de la salud y la enfermedad.

Porque, parafraseando la famosa máxima, nuestros microbios son (también) lo que comemos.

Amanda Cuevas Sierra recibe fondos del Instituto Carlos III de Salud (ayudas postdoctorales Sara Borrell)

Alfredo Martínez Hernández, Daniel de Luis Roman et Lourdes Mariell Chero Sandoval ne travaillent pas, ne conseillent pas, ne possèdent pas de parts, ne reçoivent pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’ont déclaré aucune autre affiliation que leur poste universitaire.

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¿Podemos predecir las cosechas de setas silvestres?

Bukhta Yurii / Shutterstock

Con la llegada del otoño, el suelo de muchos bosques se cubre de setas, dando pie a que los amantes de estos hongos salgan a la caza de boletus, níscalos y rebozuelos, entre otros, para disfrutarlos después en la cocina. Pero ¿es posible predecir dónde crecen sin necesidad de ponerse las botas y salir al campo?

De qué depende que salgan setas

El interés social por las setas ha suscitado la creación de herramientas para modelizar y predecir sus cosechas, como el visor mikogest, el portal web micodata o la aplicación smartbasket.

Desarrollar estas herramientas es difícil por la complejidad de los ciclos de vida de los hongos. Son organismos con extrema variabilidad intra e interanual. Esta variabilidad se debe a su interacción con el resto de organismos de los ecosistemas, al estado del suelo y a la meteorología.

No es ningún secreto que las setas salen cuando llueve y la temperatura es templada. Tampoco que algunas especies sólo salen en un tipo de suelos, como la trufa negra que fructifica en suelos calizos. La pendiente y la altitud también influyen en lo que podemos encontrar. Y también influye cómo es el bosque: el tipo de árbol, cuántos hay y su edad determinan si cogeremos níscalos o boletus.


Boletus edulis.
Holger Krisp / Wikimedia Commons, CC BY

Datos de satélite para prever las cosechas

Cómo se distribuyen los árboles en un bosque determina cómo se distribuye el micelio de los hongos en el suelo y, además, la disponibilidad de materia orgánica. En latitudes medias las setas comestibles proceden, sobre todo, de hongos micorrícicos como las amanitas, que viven siempre asociados con las raíces de los árboles, o de hongos saprobios como los champiñones, que se alimentan de la materia orgánica muerta del suelo.

Hemos comprobado que los datos de humedad del suelo estimados con satélite predicen la cantidad de las cosechas de setas con la misma precisión que los datos de precipitación.

Además, al incorporar el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) en los modelos, podemos relacionar el almacén de materia orgánica en los tejidos vegetales vivos de los bosques con la fructificación de los hongos.

Los datos de sensores lídar terrestres, que permiten caracterizar la estructura espacial del bosque con muy alta precisión, también han mostrado capacidad para predecir la cantidad de las cosechas de níscalos, sobre todo junto al NDVI.

Por último, las series de datos de la misión Sentinel-1 de la ESA, relacionados con la estructura del bosque, permiten describir cómo varían las localizaciones y las cantidades de las cosechas de setas a lo largo del tiempo. Estos datos son muy prometedores para poder predecir las cosechas de setas a medio plazo.

Los modelos de predicción de cosechas de setas con datos de teledetección son mejores que otros modelos. Ofrecen mayor precisión y permiten incorporar, para su elaboración, información prácticamente en tiempo real.

Aún quedan muchas cosas por esclarecer respecto a los hongos, pero esta tecnología nos ayuda a avanzar en su estudio. También nos permitirá conocer con mayor precisión la dinámica del micelio en el suelo y facilitará la gestión de los servicios ecosistémicos en tiempo real.


Imagen de Sentinel-1, uno de los satélites del programa Copernicus de la ESA que recoge datos de observación de la Tierra.
ESA / P. Carril

El papel de los hongos en los ecosistemas

El concepto de servicios ecosistémicos engloba, además de bienes directos como los alimentos y la madera, los servicios no productivos que brindan los espacios naturales. Por ejemplo, el agua de calidad, la biodiversidad, el paisaje y la fijación de carbono.

En este sentido, más allá de su interés culinario, los hongos contribuyen de forma importante a la producción y mejora de nutrientes en el suelo y al suministro de alimentos. También interaccionan con otros organismos, participando activamente en la regulación de poblaciones y comunidades.

Los servicios ecosistémicos indican la calidad de nuestra interacción con el entorno. Conociéndolos, podemos desarrollar herramientas para identificar el tipo de gestión de los bosques que ayuda a mitigar los efectos del cambio global. También podemos optimizar los beneficios sociales, impulsando la polinización y la fertilidad de los suelos, por ejemplo, y evitando así costes innecesarios en la agricultura.

Obtener información sobre los servicios ecosistémicos no relacionados con la madera es un desafío. Para gestionarlos eficazmente se necesita conocer su cantidad y su localización, pero la cartografía basada en datos medidos en campo es costosa y de pequeña extensión.

Los datos de satélite (o de sensores montados en aviones o en drones) permiten cuantificar y cartografiar los servicios ecosistémicos con un coste más bajo.

Las observaciones de teledetección son frecuentes y con alto detalle espacial. Esto facilita el seguimiento de los bosques de forma global. Además, algunos sensores permiten observar aspectos hasta ahora difíciles de cuantificar, como la humedad de la vegetación y del suelo, o la estructura de los árboles.

Gracias al acceso libre y gratuito a estos datos, y a los algoritmos de inteligencia artificial, podremos cartografiar la distribución de las especies de hongos y predecir con más acierto la producción de setas silvestres. Podremos saber dónde encontrarlas y cuántas recoger, asegurando su producción a medio y largo plazo y sin perjudicar su importante rol en los ecosistemas.

Beatriz Águeda posee acciones de Fora Forest Technologies SLL

Cristina Gómez Almaraz does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

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Un nuevo WhatsApp vegetal: descubren cómo un hongo conecta las raíces de plantas vecinas

Las plantas se comunican entre ellas para avisar de la presencia de amenazas. Tomas Vynikal / Shutterstock

Las plantas no pueden salir corriendo o quitarse de encima a los herbívoros y patógenos que las atacan. Sin embargo, son capaces de sobrevivir frente a la gran cantidad de peligros a los que se enfrentan. ¿Cómo lo hacen? Una de sus principales estrategias defensivas consiste en producir y acumular en sus órganos compuestos químicos tóxicos para sus atacantes: insecticidas, antifúngicos, antibacterianos, etc.

Aunque estos compuestos químicos tóxicos son muy efectivos, requieren tiempo para poder sintetizarse y acumularse. Si una oruga comienza a comerse una hoja, la planta no puede defenderse antes de que el animal se la termine (no le da tiempo). Por esta razón, es muy importante la comunicación que existe dentro de la planta y con sus plantas vecinas.

En el caso concreto de la oruga, cuando muerde una hoja, la planta envía una señal química por todo su cuerpo, avisando al resto de hojas del ataque, para que comiencen a sintetizar y acumular compuestos insecticidas. De esta forma, la oruga solo podrá comerse una hoja.

Además, las plantas no se quedan la información del peligro para sí mismas, sino que envían señales químicas a todas las plantas cercanas. Esto lo hacen mediante la producción de compuestos químicos volátiles (como los del olor de las flores), que son percibidos por las otras plantas, provocando en ellas la activación de sus defensas contra las orugas. Este mecanismo biológico de comunicación vegetal por volátiles fue descrito por primera vez hace exactamente cuarenta años, en sauces y en chopos.

Mensajes bajo tierra

Pero las plantas van más allá y han desarrollado muchas otras estrategias para poder comunicarse entre ellas. ¿Qué pasa si la comunicación por compuestos volátiles no funciona porque hay mucho viento? Entonces las plantas se comunican a través de las raíces, mediante la denominada “comunicación por cable” vegetal.

Seguramente nos suene el concepto de “internet de los bosques”, del que se ha hablado mucho en los últimos años. Bajo el suelo de los bosques existe una gran red de micelio de hongos micorrícicos (como la trufa) que conecta a las raíces de los árboles entre sí. Esta red fúngica consiste en hilos microscópicos que crecen por el suelo a la vez que viven dentro de las raíces vegetales. Sería algo así como tener dos ordenadores conectados entre sí mediante un cable y enviándose información a través de él.

Gracias a esta enorme red fúngica que existe bajo el suelo, se cree que un árbol atacado por una oruga puede avisar del ataque a otro árbol, a cientos de metros de distancia, para que su vecino comience a preparar sus defensas.


Hongo Trichoderma hamatum.
Jorge Poveda Arias, CC BY-NC-SA

A pesar de que estas redes fúngicas han sido ampliamente estudiadas entre árboles y mediante hongos micorrícicos, no se ha investigado su existencia con otros grupos de hongos, como los endófitos (endo=dentro y fito=planta; que viven dentro de las plantas). Dentro de los hongos endófitos, destaca el género Trichoderma, por ser muy utilizado en agricultura como agente de control biológico.

Un hongo guardián


Estructuras productoras de esporas del hongo Trichoderma harzianum.
Departamento de Agricultura de los Estados Unidos / Wikimedia Commons

Trichoderma coloniza las raíces de las plantas y también el suelo de su alrededor (espacio denominado rizosfera) protegiendo a su compañera vegetal del ataque de insectos y patógenos. En este sentido, es capaz de “atrapar” y “comerse” a estos enemigos, de producir compuestos tóxicos para ellos e incluso de avisar a la planta que coloniza para que active sus defensas, antes de ser atacada.

Por eso Trichoderma se usa en agricultura para combatir a los enemigos de los cultivos, aplicándose mediante formulados comerciales de esporas (en forma de polvo) directamente al suelo o al riego, pero también cubriendo las semillas.

En un trabajo recientemente publicado en la revista Plant Science, investigadores de la Universidad de Valladolid y de la Misión Biológica de Galicia (CSIC) hemos descrito por primera vez cómo Trichoderma es capaz de realizar una “comunicación por cable” vegetal entre plantas vecinas, cuando una de ellas es atacada por un patógeno en las hojas.


Planta de Arabidopsis thaliana.
Jorge Poveda Arias, CC BY-NC-SA

Para este estudio, utilizamos una planta modelo en investigación, denominada Arabidopsis thaliana, y la especie Trichoderma hamatum, aislada de raíces de berza (muy conocida actualmente con el nombre “kale” en los supermercados) en la provincia de Pontevedra.

En primer lugar, conseguimos que Trichoderma colonizara las raíces de dos plantas vecinas separadas espacialmente, además de todo el suelo que había entre ellas. Tras infectar las hojas con un patógeno llamado Sclerotinia sclerotiorum, un hongo que forma manchas negras de tejido muerto, pudimos comprobar cómo Trichoderma es capaz de enviar una señal de una planta a otra a través de sus raíces. De esta forma, cuando una planta es atacada en sus hojas, avisa a su vecina mediante las raíces y Trichoderma para que active sus defensas contra el patógeno, haciéndola totalmente inmune a su posterior ataque.

El trabajo realizado supone un gran avance en el conocimiento de la biología de Trichoderma, lo cual amplía sus aplicaciones y beneficios para los cultivos.

Jorge Poveda Arias no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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Horror a las plantas: entre la ciencia vegetal y los terrores victorianos

Lámina litográfica en color de la obra ‘Kunstformen der Natur’ de Ernst Haeckel, de 1899, que muestra una representación artística de distintas variedades de orquídeas: Wikimedia Commons

Las plantas son innegablemente diferentes a nosotros. Esto les ha permitido hacerse un hueco en la imaginación popular como seres aterradores. A veces han sido adoradas como deidades, otras han sido vistas como monstruos por su imposibilidad de ser liberadas por sus raíces y su –en ocasiones– crecimiento descontrolado.

Por eso muchas veces han sido representadas como una amenaza para los seres humanos en la literatura, el cine, la televisión, los cómics, los videojuegos y otros medios.

Esto sucedió en la época victoriana. A lo largo del siglo XIX las plantas exóticas eran comunes, generalmente descritas como peligrosas. Pero el final de siglo fue testigo de una explosión de interés, tanto científico como literario, en el que las plantas letales pasaron de ser potenciales envenenadores a seres que abiertamente mataban al ser humano.

Por eso ocuparon una posición destacada en la ficción, bastante cercanas a la fantasía, añadiendo elementos detectivescos, de aventuras y científicos.

H. G. Wells

Herbert George Wells (1866-1946) fue un creativo escritor inglés, hijo de un jardinero. Gracias a este parentesco desarrolló interés y conocimiento en botánica. Hoy en día, la figura de Wells es central al hablar de la evolución de las novelas científicas en la ficción moderna. Se le considera un maestro en temas como viajes en el tiempo, invasión extraterrestre, mutación biológica, ciudades futuras y distopías, gracias a obras como La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898).

En la literatura finisecular la vida botánica actualizó el género gótico, lleno de degeneración. Teniendo en cuenta esta realidad, es fácil documentar la fascinación victoriana por las plantas carnívoras. Wells, como autor de la época, también se sumó al carro.

Su relato “La floración de la extraña orquídea” se publicó por primera vez el 2 de agosto de 1894, en The Pall Mall Budget, reapareciendo más tarde en The Stolen Bacillus and Other Incidents, una colección publicada en 1895 que contiene quince cuentos fantásticos.

“La floración de la extraña orquídea” combinaba la botánica amateur con la ciencia ficción. En el relato, Wells describe la relación entre Winter-Wedderburn, un inglés coleccionista de orquídeas, y su espécimen recién comprado. Wells presenta una planta que muestra agresividad y malas intenciones. La historia detalla la aterradora (y ficticia) capacidad de la vida vegetal para tragar, engullir, invadir y matar humanos.

El escritor ofrece una visión de un espécimen del mundo vegetal como una verdadera amenaza, convirtiendo su producción en un texto pleno de terror, que al final refleja angustias profundas y arraigadas dentro de la cultura existente.

El Imperio en peligro

“La floración de la extraña orquídea” muestra el vínculo entre la noción de imperio y la amenaza de un ser extraño, sediento de sangre humana, que hace que peligre su existencia. Al igual que el conde protagonista de Drácula –novela publicada en 1897, solamente tres años después–, la orquídea acecha Inglaterra. Ambas narraciones comparten el tratar la temática del parásito –una planta y un vampiro, respectivamente– que proviene de otro país y pretende invadir el imperio inglés.

Además, en el caso que nos ocupa, la orquídea, que ya proviene de un lugar inferior –por venir de fuera del Imperio– es feminizada –debemos tener en cuenta que a comienzos del siglo diecinueve la botánica se consideraba una tarea femenina–. Es decir, la planta era violenta pero de “menor categoría” que sus víctimas.

El relato también hace hincapié en los peligros de interferir con la naturaleza y sus consecuencias. Dice claramente que los humanos no siempre pueden domesticar el mundo natural y que, a pesar de su inmensa belleza, este es a menudo peligroso, incluso letal.

H. G. Wells, valiéndose de la literatura, trata el concepto de la evolución. Hace que el lector se cuestione el estatus supuestamente privilegiado del ser humano.

Las orquídeas como seres de otro mundo

El gran conocimiento que Wells tenía de las ciencias de las plantas se refleja en su pluma. No solo describe y juega con mecanismos fisiológicos de varios tipos de plantas, sino que se adelanta a su tiempo, considerando las orquídeas carnívoras o parásitas.


La polilla esfinge fertiliza una orquídea en los bosques de Madagascar. Ilustración de Thomas William Wood.
Wikimedia Commons

El propio Charles Darwin afirmó que las orquídeas eran universalmente reconocidas como unas de las formas más singulares del reino vegetal. Estas plantas estaban claramente dotadas de rasgos extraños, ejerciendo una especie de influencia mágica en la mente de los victorianos. Wells aborda la visión popular de las orquídeas como más que simples seres vegetales, casi humanos, capaces de un comportamiento inexplicablemente siniestro.

El relato también es uno de los primeros ejemplos literarios donde no son los animales e insectos quienes se alimentan de sangre, sino los integrantes del reino vegetal. Al hacerlo, Wells creó una de las producciones literarias más siniestras, presentando una planta que absorbe la energía vital de sus víctimas, alimentándose de presas humanas.

Las orquídeas asesinas estaban entre las muchas plantas que depredaban la imaginación de sus cultivadores a finales del siglo XIX. Este fue sin duda un género popular (y exitoso). Uno puede preguntarse por qué las orquídeas se volvieron tan asesinas en la imaginación victoriana.

Pero, gracias al detalle que Wells emplea para describir todos los temas que quiere aglutinar con mucha precisión, lo que no puede negarse es que esta es una de las narraciones más efectivas del escritor.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

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Podríamos evitar la corrupción en los contratos públicos con inteligencia artificial

Parte de los daños en las edificaciones, durante el terremoto del pasado febrero en Turquía, se debieron a las irregulares licitaciones que se habían realizado. Shutterstock

El aumento de los niveles de corrupción es una preocupación creciente en muchos países, lo que ha llevado a investigadores de diversas disciplinas a buscar nuevas formas de detectarla y combatirla.

Por nuestra parte, hemos querido identificar los factores que aumentan el riesgo de corrupción en los procesos de contratación pública.

Corrupción no casa con crecimiento

La corrupción, especialmente en el sector público, afecta a países de todo el mundo y puede tener graves consecuencias económicas, políticas y sociales de las que tenemos ejemplos muy recientes.

Tras el terremoto que en febrero de 2023 asoló zonas de Turquía y de Siria se ha visto que parte de los daños en las edificaciones se debieron a las irregulares licitaciones que se habían realizado, y a que algunos edificios que no cumplían con las normas mínimas de seguridad habían superado correctamente los controles de las autoridades.

En el ámbito económico, las prácticas corruptas pueden disuadir a los agentes extranjeros y nacionales de invertir en un país, ralentizando su crecimiento.

Además, pueden limitar la competencia en los mercados, erosionar la confianza en las instituciones –y en los políticos–, exacerbar la desigualdad y limitar el acceso a servicios públicos básicos como la educación y la salud.

Favoritismo inconsciente

Basándonos en los criterios de selección incluidos en los anuncios de contratación pública, hemos buscado cuantificar el riesgo de corrupción en dichos procesos de licitación.

La idea subyacente es que algunos de los criterios exigidos a los participantes en los concursos públicos pueden ser subjetivos o estar elaborados de tal forma que, inadvertidamente, pueden inducir al favoritismo en la concesión de los contratos, limitando la competencia y, en esencia, causando un perjuicio al conjunto de la sociedad.

En nuestro trabajo hemos analizado una muestra de más de 70 000 licitaciones públicas de 33 países europeos en los años 2016, 2017 y 2018. Para ello, utilizamos algoritmos de modelado del lenguaje y redes neuronales, concretamente las técnicas LDA (asignación latente de Dirichlet) y SOM (mapas autoorganizados).

El modelo analiza los anuncios de contratación pública e identifica grupos de riesgo en función de la posibilidad de que un contrato presente irregularidades susceptibles de limitar la libre competencia.

Criterios fallidos

En esencia, el riesgo de corrupción se cuantifica a través del número de ofertas recibidas en cada subasta: un número bajo de ofertas es señal de una potencial falta de competencia.

Entre los elementos que pueden facilitar la corrupción en la asignación de contratos están:

La duración (a partir del cuarto año se incrementa el riesgo de corrupción).

El importe total del contrato.

Nuestros resultados sugieren que los contratos públicos basados principalmente en criterios de precio son los que más riesgo de corrupción presentan.

Aunque pueda parecer que asignar contratos de acuerdo con el precio más bajo es un criterio transparente y objetivo, está muy ligado a algunas prácticas corruptas: un suministrador podría ofrecer un precio bajo en la licitación y renegociarlo una vez celebrado el contrato o, tras haber eliminado a sus competidores, incurrir en sobrecostes.

De hecho, la normativa europea sobre contratos públicos desaconseja el uso exclusivo de este criterio en las licitaciones públicas.

La mejor relación calidad-precio

También parece que haya diferencias entre otros criterios de evaluación empleados en los contratos públicos analizados.

Nuestros resultados muestran que los concursos que evalúan la calidad técnica y la oferta económica de las propuestas fomentan la participación y favorecen la competencia entre empresas. Además, son menos propensos a recibir un bajo número de ofertas.

En ese sentido, nuestra investigación confirma la conveniencia de utilizar el criterio MEAT, que busca la mejor relación calidad-precio y no únicamente el precio de salida más bajo. Además, considera cuestiones como innovación, garantías, fechas de entrega o impacto medioambiental y social.

Supervisión y eficacia

Poder identificar los contratos públicos que requieren una especial atención y vigilancia orienta a las autoridades públicas y a los organismos anticorrupción a la hora de fijar prioridades y asignar recursos, que siempre son escasos pues no se pueden analizar con detalle todos los contratos.

Nuestro trabajo apunta a una serie de nuevas líneas de investigación, pues las formas de fraude evolucionan rápidamente. Por ejemplo, tras la pandemia de covid-19, los países han incrementado el volumen de fondos públicos para incentivar la recuperación económica, como los fondos Next Generation de la UE. Su correcta asignación y empleo son clave para garantizar su eficacia, lo que hace necesarios mecanismos de supervisión semejantes al propuesto en nuestro trabajo.

Iván Pastor Sanz, experto en revisión y control de riesgos crediticios en BNP Paribas, es coautor de este artículo.

Félix J. López Iturriaga recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (España).

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Final autonómica del concurso 3MT de 2023

Final autonómica del concurso 3MT 2023

Participan 11 clasificados en la fase local de las universidades de Burgos, León y Valladolid

Cuatro investigadores en formación de la Universidad de Valladolid participan el martes, 20 de junio, en la final autonómica del Concurso internacional Tres Minutos Tesis (3MT) que se disputa en el Aula Magna San Isidoro de la Universidad de León, a partir de las 18:00 horas. Joaquín Anatol, Verónica Barroso, Diana Pérez San José y Julia Serna representan a la UVA en esta final donde participan también otros siete doctorandos seleccionados en las distintas semifinales y finales locales de las universidades de Burgos y León.

El jurado encargado de valorar las exposiciones de los doctorandos ha sido acordado entre las tres universidades y está compuesto por seis personas procedentes de distintos colectivos sociales y organizaciones. Los integrantes son: Alejandro Díez Garín (Álex Cooper), director de la Fundación Club 45; Chitina Moreno-Torres, responsable de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+I) del CENIEH; Félix Antonio Barrio Juárez, director INCIBE; Fermín Herrero Redondo, poeta y premio de las Letras Castilla y León de las Artes 2014; Koré Escobar Zamora, responsable del área de programación en el MUSAC y Rodrigo Alonso Alcalde, coordinador general de Museo de la Evolución Humana.

La final autonómica es una propuesta de la red de unidades de cultura científica y de la innovación de las universidades públicas de Castilla y León en el marco del Plan de Transferencia de Conocimiento Universidad –Empresa (TCUE) 2021-2023, una iniciativa de la Consejería de Educación que cuenta con financiación del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). En la actividad colaboran las escuelas de doctorado de las tres universidades participantes y participan la Fundación General Universidad de León y Empresa, la Fundación Universidad de Burgos y el Parque Científico Universidad de Valladolid. El vigente Plan TCUE, cuyas acciones llevan a cabo todas las universidades de Castilla y León, se construye sobre tres grandes pilares. Uno de ellos se refiere a la promoción de la cultura científica y la difusión de la ciencia en la ciudadanía de Castilla y León.

El certamen está abierto al público hasta completar aforo y será presentado por las integrantes de Ciencia en el 109. Los ganadores se repartirán 3.500 euros en premios: 2.000 para el primero, 1.000 para el segundo y 500 para el tercero.

 

Un concurso que transciende a la sociedad

3MT es un concurso de alcance internacional iniciado por la Universidad de Queensland (Australia) en 2008 que permite a los investigadores predoctorales desarrollar sus habilidades comunicativas y acercar el contenido de sus tesis a la sociedad en general. El escaso tiempo disponible para su exposición obliga a preparar discursos claros y efectivos, que despierten interés y trasmitan la importancia de su investigación, tanto para un jurado académico como para una audiencia generalista.

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La UVa emplea cuentos clásicos para acercar la ciencia a todos los públicos

La UVa emplea cuentos clásicos para acercar la ciencia a todos los públicos

‘Lo que no te contaron los cuentos clásicos’ se desarrolla con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología – Ministerio de Ciencia e Innovación, el Ayuntamiento de Valladolid y la delegación territorial de la ONCE

La Universidad de Valladolid, a través de su Unidad de Cultura Científica y de la Innovación | UVadivulga, ha editado un libro con ocho cuentos clásicos ilustrados en los que se reinterpretan algunas de las más conocidas narraciones infantiles populares y se introducen de manera novedosa pequeñas píldoras divulgativas con el fin de acercar la ciencia y la tecnología de un modo ameno a todos los públicos. Esta publicación se produce en el marco del proyecto Lo que no te contaron los cuentos clásicos, con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología – Ministerio de Ciencia e Innovación.

Jack y las habichuelas mágicas, Juan sin miedo, El Mago de Oz, El Flautista de Hamelín, Los tres cerditos, Pinocho, El Sirenito y Pulgarcita han sido los cuentos seleccionados para la adaptación de sus aventuras a un mundo más científico. Por ello, las historias incluyen pequeñas anotaciones sobre cinco áreas de conocimiento (ciencias, ciencias sociales y jurídicas, artes y humanidades, ingenierías y arquitectura y ciencias de la salud). Con ello, los cuentos son los vehículos por los que se explican pequeños conceptos de agronomía, climatología, bioquímica, biología, arquitectura o geografía, entre otros, salpicados en la narración. Todas las historias han contado con revisiones pedagógicas y científicas y técnicas por parte de personal investigador de la UVa.

El libro, editado en papel y que se ofrece además en descarga libre, se complementa con contenido transmedia (ocho vídeos y ocho capítulos de pódcast) con la presencia de científicos y tecnólogos de la UVa en los que se ahonda en algunos contenidos presentes en los cuentos, facilitando de esta forma el acceso a personas ciegas y personas no alfabetizadas a la acción divulgativa, gracias al servicio de Medios Audiovisuales.

Además, se han llevado a cabo a lo largo de junio representaciones de los cuentos en cuatro CEAS (centros de acción social) de la ciudad de Valladolid, gracias a la colaboración de la Concejalía de Servicios Sociales y Mediación Comunitaria. Dado que una de las metas de este proyecto era acercar la ciencia y la tecnología a colectivos que habitualmente quedan excluidos de actividades de divulgación, se seleccionaron los CEAS de Pajarillos, Barrio España, Campillo y Huerta del Rey para estrenar estas representaciones de la mano de sus animadores comunitarios. Han asistido a estas particulares premières más de 110 menores de edades de 5 a 14 años.

Por último, se ha iniciado un proceso de transcripción de los cuentos al braille de la mano de la delegación territorial de la ONCE en Castilla y León, para que los cuentos lleguen también a personas invidentes. Está previsto un taller divulgativo específico para este colectivo a partir de septiembre. Esta labor ha contado con el apoyo del secretariado de Asuntos Sociales de la UVa.

De forma añadida el libro cuenta con una guía docente para que docentes de Educación Primaria puedan emplear el material en sus clases de manera transversal. La obra contiene ilustraciones de Sonia Sanz Escudero, ha sido publicada a través de Ediciones Universidad de Valladolid y maquetada por Etiqué.

Por lo tanto, ciencia, cultura popular e inclusión han sido los tres pilares fundamentales sobre los que se ha cimentado Lo que no te contaron los cuentos clásicos. La propuesta obtuvo financiación en la Convocatoria de Ayudas para el Fomento de la Cultura Científica, Tecnológica y de la Innovación de FECYT, dentro de las solicitudes en la modalidad ‘Fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación’, de acuerdo con la misión de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la UVa de “contribuir al crecimiento de la cultura científica de la sociedad en su conjunto”.

Investigadores y educadoras implicados

Para introducir conceptos científicos en una narración ficticia ha sido necesario contar con con una doble revisión. En primer lugar pedagógico, para adecuar el contenido a un público de entre 8 y 11 años. En esta labor han participado las profesoras Henar Rodríguez Navarro, del departamento de Pedagogía, y Eva María Álvarez Ramos, del departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura, y la técnico de Innovación Docente Marina Gómez Pastrana. En segundo lugar, para que los contenidos sean rigurosos, han revisado los conceptos científicos y técnicos los investigadores Eusebio de la Fuente (Ingeniería de Sistemas y Automática), María Belén Turrión (Ciencias Agroforestales), Ana Tejero (Ingeniería Energética y Fluidomecánica), Enrique Serrano (Geografía), Manuela del Caño (Didáctica de las Ciencias Experimentales, Sociales y de la Matemática), Myriam de la Iglesia (Psicología), Adrián de la Fuente (Química Analítica), Marta Martín (Biología Celular, Genética, Histología y Farmacología), Rosa Bellido (Construcciones Arquitectónicas) y Alfredo Marcos (Filosofía).

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La longevidad y el tamaño del cerebro explicarían nuestra ‘aorta de gorila’

La longevidad y el tamaño del cerebro explicarían nuestra ‘aorta de gorila’

El tamaño de la aorta de los humanos es similar a la de los gorilas pese a la diferencia de pesos, según un estudio internacional de las universidades Complutense de Madrid, Valladolid y MNCN

En el estudio del ciclo vital, se observa que en la infancia bombeamos más sangre por unidad de masa probablemente por el desarrollo del cerebro

Un estudio liderado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y la Universidad de Valladolid (UVa) en el que también participa el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) confirma que el tamaño de la aorta por unidad de masa es mayor en humanos que en chimpancés y similar a la de los gorilas, aunque estos nos doblen en peso. La investigación apunta a que el desarrollo del cerebro está detrás nuestra “aorta de gorila”.
La aorta es el vaso por el que pasa la sangre que el corazón bombea en el latido, y su diámetro está relacionado con el gasto cardiaco, la sangre bombeada por minuto para toda la actividad metabólica del organismo que regula desde la digestión a la actividad física o la temperatura del cuerpo.
“Al tener una aorta más grande por unidad de masa, los humanos tendríamos un mayor gasto cardiaco y por tanto un presupuesto energético más elevado por unidad de masa que nuestros parientes más cercanos, los grandes simios”, indica Luis Ríos Frutos, investigador del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la UCM.
La comparación se llevó a cabo, por un lado, con datos de ecocardiografías de personas del Hospital Universitario de Gante y de la Universidad de Oxford y, por otro, con datos de gorilas y chimpancés de zoológicos estadounidenses englobados dentro del Great Ape Heart Project, así como con corazones y esqueletos de grandes simios del Museo Anatómico de la Universidad de Valladolid.
El tamaño de la aorta es una de las conclusiones de un estudio internacional publicado en Scientific Reports, pero no la única.

Cráneo de gorila y corazón

Cráneo y corazón de un gorila | Fotografía: Francisco Pastor

El cerebro, responsable en la infancia y en la evolución
Una segunda parte de la investigación consistió en una revisión bibliográfica para estudiar el gasto de energía y cardíaco en un ciclo vital. Así, los científicos observaron que en la niñez tenemos mayor gasto cardiaco y quemamos más energía por unidad de masa que cuando somos adultos.
“Una de las razones es el crecimiento de nuestro gran cerebro, que es un proceso energéticamente muy costoso y que tiene lugar hasta los 4-6 años, a partir de esa edad, el gasto cardíaco por unidad de masa disminuye”, razona Ríos Frutos.
Por último, los investigadores abordaron el gasto cardiaco desde una perspectiva evolutiva. Debido al tórax plano de los humanos, el gran tamaño de la aorta la obliga a pegarse a la columna, dejando marcas en las vértebras.
“Los neandertales, parientes cercanos, con un cerebro grande y un ciclo vital parecido al nuestro, también tienen la impronta aórtica, mientras que un homínido más antiguo, con un ciclo vital más corto, y con un cerebro más pequeño, como Homo ergaster, parece que no, según nuestra hipótesis”, apunta el investigador del MNCN Antonio Rosas.
Así, se deduce que, al aumentar el tamaño del cerebro y la longevidad, se requirió mayor gasto cardiaco, por lo que evolutivamente el tamaño de la aorta también creció. “Los cambios en el sistema cardiovascular debieron ser fundamentales durante la evolución humana”, concluye Francisco Pastor, investigador de la UVa y líder del proyecto junto a Ríos Frutos.

Esqueleto de un gorila y corazón superpuesto

Esquelo de gorila y corazón superpuesto | Fotografía: Francisco Pastor

Bibliografía

L. Ríos, M.M. Sleeper, M.D. Danforth, H. Weston Murphy, I. Kutinsky, A. Rosas, M. Bastir, J. Gómez Cambronero, R. Sanjurjo, L. Campens, Oliver Rider y F. Pastor. (2023) “The aorta in humans and African great apes, and cardiac outputand metabolic levels in human evolution”. Scientific Reports 13, 6841 (2023). DOI:  10.1038/s41598-023-33675-1

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Analizan qué zonas de alta diversidad de reptiles en la península ibérica podrían estar más amenazadas por el cambio global

Analizan qué zonas de alta diversidad de reptiles en la península ibérica podrían estar más amenazadas por el cambio global

La península es crucial en la conservación de reptiles europeos

La península ibérica es una zona de especial interés en la conservación de reptiles europeos, muy amenazados por las actividades humanas, ya que alberga el mayor número de endemismos y especies en peligro. Sin embargo, no está claro cómo el cambio global afecta a las zonas de alta diversidad de reptiles, conocidos como hotspots. Un estudio reciente publicado en la revista Science of the Total Environment en el que han participado la Universidad Complutense de Madrid (UCM), la Universidad de Valladolid (UVa) y el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través de la Fundación Biodiversidad y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), analiza los cambios, a lo largo de dos décadas, en la productividad primaria y la temperatura, así como su posible interrelación, en los distintos hotspots de reptiles de la península ibérica. Los resultados muestran que existen zonas potencialmente más vulnerables que deben ser monitorizadas para poder tomar decisiones de gestión más informadas respecto a la conservación de estas especies y los ecosistemas que las albergan.
“La variación en la producción primaria, es decir, la materia orgánica de origen vegetal que se genera en un ecosistema tiene efectos diversos en los reptiles. Por ejemplo, puede influir en el tamaño corporal de los individuos o en la riqueza de especies de una zona”, explica Rocío Tarjuelo, investigadora de la UVa. “Teniendo esto en cuenta y considerando que es un factor muy sensible a las condiciones ambientales, pensamos que su estudio es un buen indicador de la vulnerabilidad de las poblaciones al cambio global. Por ello, en nuestro estudio analizamos, utilizando imágenes de satélite obtenidas entre los años 2000 y 2020, la variación de la productividad primaria en estas zonas de alta riqueza de reptiles asociada a cambios en las temperaturas y en los tipos de vegetación”, puntualiza la investigadora.

Lagartija carpetana ('Iberolacerta cyreni')

Ejemplar de lagartija carpetana (Iberolacerta cyreni) en Peñalara | Rocío Tarjuelo


Tras el análisis, identificaron 339 hotspots de los cuales el 43% mostraron aumentos de temperatura, el 16% incrementos en la productividad primaria y el 22% ambos efectos. “Los aumentos observados en la productividad primaria pueden estar asociados a incrementos sostenidos en la temperatura unidos a cambios en los usos del suelo. Estos cambios en la productividad primaria fueron más observables en áreas de la Red Natura 2000 en las que existe más superficie de bosque y matorral. Además, observamos que en los espacios protegidos por la Red la mayoría de los hábitats, exceptuando los bosques, no están suficientemente representados, lo que reduce su capacidad para favorecer la conservación de los reptiles en su conjunto”, señala Tarjuelo.
“Dilucidar de entre todos los hotspots cuáles son los que podrían estar más amenazados por el cambio climático, por la productividad primaria o por ambos efectos supone un ahorro potencial de tiempo y recursos a la hora de decidir qué lugares necesitan una monitorización in situ, apunta Pedro Aragón, investigador del MNCN. “Las conclusiones de este estudio sirven para determinar que la Red Natura 2000 puede no estar proporcionando protección suficiente a las zonas de alta diversidad de reptiles y que, a la hora de invertir recursos económicos y de gestión en la monitorización de las distintas áreas de la Red, se deben considerar también las tendencias temporales de variables ambientales biológicamente relevantes”, concluye el investigador.

Mapa de reptiles

Mapa de la península ibérica con los puntos calientes de reptiles terrestres protegidos (número de especies en cada cuadrícula de 100 km2). Se muestran los puntos calientes donde hubo un incremento permanente de la temperatura media anual (cuadrículas amarillas), de la producción primaria (verdes), o ambos (naranjas), en los últimos 20 años | Universidad Complutense de Madrid

Bibliografía

Tarjuelo, R., & Aragón, P. (2023). Assessing vulnerability of reptile hotspots through temporal trends of global change factors in the Iberian Peninsula. Science of The Total Environment, 871, 161917. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.scitotenv.2023.161917

 

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El pan de desecho abarata la producción de cerveza como substituto parcial de la malta de cebada

El pan de desecho abarata la producción de cerveza como substituto parcial de la malta de cebada

Un equipo de tecnología de la industria alimentaria de la UVa explora nuevos ingredientes para optimizar la producción de esta bebida alcohólica

La cerveza es una de las bebidas alcohólicas de mayor consumo y popularidad en el mundo. Se elabora con malta de cebada, levadura, lúpulo y agua, pero preocupados por el impacto ambiental y la reducción de costes de producción, los fabricantes han introducido nuevos ingredientes, algunos procedentes de reaprovechamiento de otros alimentos. La Universidad de Valladolid (UVa) ha explorado el uso de pan de desecho como substituto parcial de la malta de cebada en un trabajo de investigación.

“Hemos podido comprobar el efecto que supone la sustitución parcial de la malta de cebada en la elaboración de la cerveza por distintos tipos de pan: blanco (de flama), integral, de maíz y de centeno”, describe Carlos Blanco Fuentes, responsable del grupo de investigación en cervecería del área de Tecnología de los alimentos, localizado en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias del campus de Palencia. El análisis sensorial de las cervezas elaboradas con estos ingredientes alternativos presentó gran similitud con las cervezas cien por cien de malta. Los resultados han sido publicados en la revista científica Foods.

Hasta hace poco tiempo, casi todo el pan no consumido se desechaba. Solo una pequeña parte se derivaba a piensos para animales. En la última década, diversos grupos de investigación han buscado reaprovechamientos para este residuo alimentario. De este modo, se ha propuesto el pan de desecho para producir compuestos químicos para la industria farmacéutica o biocombustibles. “Ninguna de estas estrategias ha compensado por completo la enorme pérdida económica”, valora el catedrático, “por ello se aborda ahora la viabilidad como substrato para la elaboración de cerveza”

Grupo de investigación de la Universidad de Valladolid que trabaja en la elaboración de cerveza a partir de pan

Diferentes harinas, diferentes sabores

El uso de harinas de diferente cereal produce por lógica panes diferentes en el color de la corteza y en su sabor, más ligeros el pan blanco y el de maíz y más intensos los de centeno e integral. En consonancia, las cervezas experimentales también presentaron sabores y tonalidades diferentes. Las cervezas embotelladas por el equipo investigador con pan de centeno y pan blanco de trigo “presentaron buenos resultados sensoriales”, afirma Blanco, y la de pan de trigo integral “presentó características más similares a la cerveza 100% de malta usada como referencia”.

 En la búsqueda del sustituto de la malta de cerveza, el equipo investigador tuvo en cuenta el marco legal español para limitar el porcentaje de uso de pan de desecho. El real decreto que regula la producción de cerveza establece cuatro ingredientes básicos (agua, malta de cebada, lúpulo y cerveza), pero permite otros productos denominados adjuntos tales como cereales o azúcares, siempre y cuando la malta represente al menos el 50% en masa del total. Por este motivo, el porcentaje de pan de desecho se limitó a ese porcentaje. El estudio se orientó al estilo Pale Ale, uno de los estilos cerveceros más consumidos a nivel mundial.

Muestras de cerveza elaboradas con pan de desecho

Cervezas elaboradas a partir de pan de desecho | Fotografía: Carlos Blanco

Aplicabilidad y sistema de producción

Blanco recuerda que dos experiencias comerciales en el Reino Unido han llegado a emplear residuos de pan como substituto en torno al 20 y 25% de la malta de cebada. “Los resultados obtenidos pueden ser de gran utilidad no solo para pequeños elaboradores artesanales de cerveza, sino también para grupos cerveceros, ya que según los resultados de nuestra investigación, tras elaborar y analizar la cerveza a nivel sensorial y  físico-químico, es factible la substitución parcial de hasta un 50% de la malta por residuos de pan,  y este hallazgo podría suponer un importante ahorro económico y una reducción del impacto ambiental de su desperdicio”, afirma.

En el laboratorio de la UVa y en colaboración con el Centro Integrado de Formación Profesional Viñalta de Palencia, se puso a punto un proceso para obtener esta bebida fermentada que no difería de la cerveza Ale elaborada 100% malta. Para la elaboración de la cerveza, en el tanque de maceración se incorporó el pan de desecho molturado junto a la malta y se aplicaron rampas de temperatura hasta obtener el mosto dulce. A continuación, se realizó la cocción con lúpulo y se filtró, lo que dio lugar al mosto amargo. Luego se incorporó la levadura para realizar una primera fermentación durante 10 días. Tras la fermentación se filtró para ser envasada en botellas de 33 centilitros. Luego se realizó la segunda fermentación en botella durante 14 días a 21 grados, tras ello las botellas se mantuvieron en refrigeración a 4 grados durante dos semanas más.

 

Bibliografía

Martín-Lobera, C.; Aranda, F.; Lozano-Martinez, P.; Caballero, I.; Blanco, C. A. ‘Bread as a Valuable Raw Material in Craft Ale Beer Brewing’. Foods 2022, 11, 2013. https://doi.org/10.3390/foods11193013