
Hace veinte años, todavía era habitual ir a comprar el pan y el periódico. El papel requería una lectura pausada, pasar las páginas con los dedos y tener a mano un lápiz para rellenar un crucigrama.
Pero la crisis económica irrumpió a mediados de los 2000. Mientras internet crecía en las casas y las redes sociales llegaban a los móviles, los medios impresos se veían en una encrucijada: o digitalizarse o arriesgarse a morir.
En 2024, cuando la comunicación digital ha cumplido treinta años, el consumo de medios en papel se ha reducido a mínimos históricos: solo un 14 % de la población española lee la prensa impresa frente al 42 % de 2008. Los españoles preferimos utilizar internet, pero las noticias tampoco son nuestra prioridad.
En su lugar, enviamos mensajes y navegamos por las redes sociales. Unas redes que, paradójicamente, nos saturan de información rápida y constante. Y así, ese “digitalizarse o morir” de los medios se convierte en un reto permanente. O consiguen destacar entre la maraña de contenido online y captar nuestra atención, o sus posibilidades de mantenerse a flote peligran.
La brecha informativa entre medios y audiencias
Los medios funcionan como intermediarios entre la actualidad y la opinión pública. Los periodistas son “mensajeros” que nos informan de lo que no conocemos de primera mano: sucesos, guerras o incluso los resultados de un partido de fútbol.
Las cosas han cambiado. Algunos estudios señalan cómo la mayoría de los usuarios no accedemos a los medios. Las redes y las apps de mensajería instantánea son nuestras nuevas “mensajeras”. Solo de vez en cuando, si consiguen llamar nuestra atención lo suficiente, hacemos clic en las noticias.
Esto provoca una brecha informativa que ya se ha detectado en España. Mientras las portadas de los medios destacan la actualidad económica, política o social, el público lee y comparte noticias de deportes, sucesos o celebridades. Pero ¿es todo culpa nuestra?
En un entorno digital saturado y competitivo, que depende económicamente de las visualizaciones, los medios intentan destacar para lograr lo que algunos expertos llaman “periodismo de fácil consumo”. Utilizan atajos y tácticas para vender la información como atractiva, urgente o inusual y así atrapar al público.
Estas técnicas desplazan el criterio periodístico y priorizan el marketing y las preferencias de la audiencia con tal de que acceda a la noticia y, por tanto, puedan monetizarla.
Es decir, que si antes los medios nos ofrecían en sus páginas temas de política, economía o sociedad, ahora también publican curiosidades, vídeos impactantes y “Las cinco cosas que haces mal al conducir”. Porque, por la brecha informativa, saben que nosotros encontraremos y “picaremos” en esas noticias, aunque no aparezcan en sus portadas.
El titular que vende, pero no informa
Entre las técnicas más utilizadas por los medios para llamar nuestra atención está el clickbait –titular cebo–. El clickbait o gancho se basa en dos estrategias: la presentación de información incompleta, engañosa, confusa o llamativa y la inclusión de contenido sensacionalista.
La información incompleta usa titulares como: “Los mejores productos que no te puedes perder”, “¿Sabías que…?” o “Siete destinos exóticos increíbles”. Apelan a nuestro lado racional y a nuestra curiosidad para resolver la incógnita.
El sensacionalismo recurre a nuestro lado emocional: anécdotas, desastres, descubrimientos, curiosidades, consejos…
El clickbait es una estrategia deliberada que intenta atraer al lector y mantenerlo el máximo posible en la página. En sus inicios, lo utilizaban los tabloides y los pseudomedios, es decir, webs que imitan la apariencia de los medios tradicionales, pero dedicadas a desinformar y promover una agenda ideológica a través de la polarización y el populismo.
Sin embargo, su expansión a los medios tradicionales ha puesto en entredicho tanto la calidad de los contenidos periodísticos como la confianza que la audiencia deposita en ellos.
Cómo los medios de prestigio captan nuestra atención
En nuestro estudio Clickbait contagion in international quality media, impulsado desde la Universidad de Valladolid y la Universidad de Valencia, comparamos el clickbait que se promueve en la portada de varios medios internacionales de referencia, el que consigue el clic de la audiencia y el que se comparte en la red social X (antes Twitter).
¿El resultado? El titular gancho no es inocuo, es tóxico porque desinforma y desenfoca la información más importante de las noticias.
Los medios omiten datos clave mediante lagunas informativas o interrogantes incontestados, pero también tratan de impresionarnos y generar impacto.
El clickbait no solo afecta a temáticas irrelevantes o anecdóticas que entran en la agenda periodística, sino que se cuela en la actualidad política e internacional de las portadas. Pero es entre los contenidos más leídos por la audiencia, más propios de deportes o celebridades, donde triunfa. Las redes, sin embargo, no lo difunden en tanta medida.
Esta diferencia entre lo leído y lo compartido puede deberse a que, una vez clicamos en estos titulares, nos damos cuenta del engaño y no los difundimos. Otros autores, sin embargo, sugieren que podría deberse a nuestra necesidad de “guardar las apariencias”: leemos curiosidades o temas de famosos (más tendentes al clickbait), pero no queremos que nuestro entorno lo sepa. Por eso mismo, compartimos contenido sobre política o movimientos sociales, aunque no lo hayamos leído.
La presencia de clickbait en la prensa de prestigio indica un “efecto contagio” en los medios serios, tanto por sus temáticas como por la forma de presentárnoslas. Aunque no domina la oferta de estos medios ni se anuncia de forma mayoritaria en sus portadas, está en su agenda y funciona. Una realidad en la que los medios están dispuestos a sacrificar parte de su agenda a cambio de retenernos.
Esta elección tiene consecuencias, con una tendencia en aumento que provoca que el público desconfíe y evite las noticias.
Los medios pasan, así, de la crisis económica a la crisis de la relevancia. Una situación que no se soluciona aumentando de modo forzado los clics, sino que debe encontrar modelos alternativos para ser sostenibles y confiables para los lectores.
Al otro lado, la audiencia, desinformada y manipulada por las falsas expectativas del clickbait, merece una mayor atención y recursos de alfabetización mediática para no morder el anzuelo.
La publicación de la investigación mencionada en el artículo ha sido financiada por dos proyectos de investigación nacionales: «News puzzlement: Precarizased quality, over (dis)information and polarization», financiada por la Generalitat Valenciana (CIAICO/2021/125); y el proyecto ‘Digital native media in Spain: Typologies, audiences, building trust and keys to journalistic sustainability’, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
Dolors Palau-Sampio recibe fondos del proyecto de investigación CIAICO/2021/125.
Iris Sánchez-Sobradillo y Pilar Sánchez-García no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.