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La UVa regresa a centros de Secundaria con la investigación puntera de sus doctorandos en Three Minute Thesis

La UVa regresa a centros de Secundaria con la investigación puntera de sus doctorandos en Three Minute Thesis

Personal investigador tiene el reto de presentar su trabajo de al menos tres años en 180 segundos entre el 31 de marzo y el 2 de abril

La final local del concurso se celebra en la Academia de Caballería el 29 de abril

El concurso de divulgación científica Three Minute Thesis (3MT) cumple su octava edición en la Universidad de Valladolid (UVa). 35 investigadores predoctorales de la institución trasladan a tres institutos de Educación Secundaria de la capital sus trabajos académicos. Tienen un reto por delante: tardarían 9 horas en presentar una investigación como las suyas, de unas 80 000 palabras, pero solo disponen de 180 segundos. La Escuela de Doctorado (EsDUVa) y la Unidad de Cultura Científica y de Innovación (UCC+I), en colaboración con el Consejo Social, coorganizan el certamen en la Universidad de Valladolid.
Las tres jornadas eliminatorias comienzan a las 09.00 horas. La primera, el lunes 31 de marzo en el IES Zorrilla (plaza de San Pablo, 3). La segunda, el martes 1 de abril en el IES La Merced (calle de la Merced, 8). La tercera, el miércoles 2 en el IES Juan de Juni (avenida Santa Teresa, 30). El jurado, conformado por distintos representantes sociales, económicos, políticos y culturales, evalúa y selecciona a los participantes que pasan a la final por cada fase.
La gran final del concurso, gratuita y abierta al público, se celebra el 29 de abril en la Academia de Caballería del Ejército de Tierra (paseo de Zorrilla, 2), gracias a la colaboración con dicha institución. La dinamización del acto corre a cargo de las representantes de Ciencia en el 109. Los tres primeros clasificados reciben una dotación económica y se clasifican para la final autonómica. Además, se otorga un premio del público.

Concurso 3MT

¿Qué es Three Minute Thesis?
Como su nombre indica, Three Minute Thesis (3MT) consiste en la exposición en solo tres minutos de todo el trabajo investigador realizado durante una tesis, que suele suponer varios años de estudio, esfuerzo y búsqueda de resultados. El concurso, por lo tanto, supone todo un reto para los estudiantes de programas de doctorado de la Universidad de Valladolid, ya que tienen que presentar de forma clara y concisa, y utilizando solamente recursos de la oratoria y la retórica, las hipótesis, los objetivos y conclusiones generales de su tesis doctoral. Para ello, los participantes se preparan previamente para presentar de manera atractiva sus trabajos en el exiguo margen de tiempo del que disponen. El evento, además, propicia que diferentes públicos, tanto preuniversitarios como generales, puedan acceder a algunos de los trabajos de investigación que se desarrollan en el seno de la Universidad de Valladolid a través de esta actividad divulgativa.

 

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Ley de desperdicio alimentario: avanza por el buen camino, pero es poco concreta

ArieStudio/Shutterstock

En España, el Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves el Proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario.

El desperdicio alimentario indica un funcionamiento ineficiente del sistema alimentario, y más teniendo en cuenta que parte de la población mundial sigue pasando hambre. Analicemos la norma para comprobar si realmente plantea soluciones a este importante problema.

La concienciación no es suficiente

El desperdicio alimentario supone un gasto en tierras, agua, insumos, personal y, en definitiva, dinero, innecesario. Y contribuye de manera importante a la huella de carbono y la huella hídrica del sistema agroalimentario. Todos estos puntos están bien expuestos en el preámbulo del proyecto de ley.

En la segunda parte del preámbulo se indican las acciones que se han llevado a cabo a nivel internacional y nacional. Una de las labores más importantes es la cuantificación del desperdicio generado, lo que puede medir la efectividad de las medidas propuestas en un futuro.

Lamentablemente, algunos de los datos provienen de encuestas, y las encuestas pueden presentar problemas de fiabilidad, especialmente cuando existen posibles intereses.

Lo que sí que parece claro es que en la cadena de transformación, distribución y consumo, el mayor desperdicio se produce en los hogares (40 %) y la industria transformadora (40 %), y en menor proporción en la restauración (15 %) y distribución (5 %). Y que las estrategias para reducir este desperdicio deben ser distintas en cada caso.

También se reconoce en este preámbulo que las acciones llevadas a cabo hasta el momento no han tenido el impacto esperado, especialmente entre los consumidores.

Siempre es bueno que la Administración reconozca que no se han conseguido ciertos objetivos, porque es necesario conocer la efectividad de las medidas para continuarlas, eliminarlas o modificarlas.

Tras esta realidad se afirma que no es suficiente la concienciación, y que hace falta acompañarla de reformas estructurales en la cadena.

Es beneficioso que se plantee la necesidad de reformas de más calado, a la vista de los resultados previos obtenidos, si van acompañadas, como indica el proyecto, de ayudas financieras y de la implicación de la Administración. Aunque esto deberá concretarse con posterioridad.




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¿Quienes son los responsables del desperdicio de alimentos?


Definiciones poco concretas

Aunque se hace un esfuerzo por aclarar términos, en la norma existen algunas definiciones poco concretas.

Así, por ejemplo, se define “despilfarro alimentario” como la parte de un alimento destinada a ser ingerida por el ser humano y que termina desechada como residuo. Pero en este caso no queda claro si productos como el salvado de los cereales o las pieles de las frutas, que pueden ser consumidas por el ser humano, pero muchas veces no se tratan como tales, supondrían un desperdicio. Aunque es normal en un documento tan largo que queden algunas indefiniciones que deban aclararse con posterioridad.

Reducir el desperdicio en la industria agroalimentaria

Uno de los puntos importantes es el establecimiento de prioridades, que coinciden con las que proponen otros organismos internacionales.

Así, se indica que la prioridad será la prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario incorporando los productos agrarios o alimentarios que siguen siendo aptos para el consumo humano en otros productos alternativos para dicho consumo. En caso de no ser posible, se puede proceder a la donación o redistribución para consumo humano. Y si esto no es posible, a alimentación animal, y en última instancia, a la obtención de compost o valorización energética (biogás o combustible).

Pero la realidad es que una gran parte del desperdicio generado en la industria se destina en la actualidad a compostaje, valorización energética o a alimentación animal. Para incrementar su potencial uso en alimentación humana son necesarios varios pasos.

Por una parte, es preciso asegurar la seguridad alimentaria de estos desperdicios, introduciéndolos en los sistema de aseguramiento de la calidad. También hace falta disponer de sistemas para estabilizar estos desperdicios, ya que normalmente son productos húmedos y que se deterioran con facilidad. Por tanto se precisan sistemas de secado y molienda, u otros sistemas de conservación. Estos sistemas se pueden implantar en las propias empresas o en empresas auxiliares.

Por último, hay que cambiar la mentalidad tanto de inspectores de sanidad como de consumidores que siempre han visto a estos desperdicios como fuente de problemas o de fraude.

La realidad es que estos desperdicios suelen contener nutrientes muy interesantes, y pueden ayudar a la mejora nutricional de los productos en los que se incorporen, siempre cumpliendo con los sistemas de aseguramiento de la calidad. El reto suele ser conseguir una buena calidad organoléptica. Pero ya hay muchos ejemplos en el mundo que nos pueden servir de inspiración.




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Cómo reducir el desperdicio alimentario


Cadena de distribución

Las empresas de distribución pueden optar por muchas medidas, pero la mayoría de ellas son voluntarias. Esto puede responder al esfuerzo ya realizado y al bajo porcentaje de desperdicio identificado en las mismas. Pero el conjunto sigue siendo elevado y hay que seguir trabajando en la reducción.

Restauración

En el caso de la restauración, se hace una apuesta clara por facilitar que los consumidores puedan llevarse la sobras a casa. No solo disponiendo de los recursos, sino también informando de la posibilidad.

Esta práctica, más extendida en otros países, todavía es minoritaria en España, aunque se ha incrementado en los últimos años. Y sin duda puede reducir el desperdicio alimentario en este tipo de establecimientos.

Consumidores

En cuanto al desperdicio en los hogares, se dedica un capítulo entero a la racionalización de las fechas de consumo preferente.

Muchos consumidores no diferencian entre fechas de consumo preferente y de caducidad y descartan productos que son aptos para consumir, aunque hayan podido modificar ligeramente alguna característica organoléptica.

Es necesario trabajar para informar adecuadamente sobre las diferencias entre ambas fechas. Pero como se indica en el proyecto, también hace falta prolongar lo máximo posible la vida útil de los alimentos para reducir el desperdicio. Esto se puede lograr mediante la investigación.

Pero también es imprescindible que las empresas no utilicen esta información para lograr una mayor rotación de sus productos, aunque estos puedan durar algo más de lo que indica el etiquetado.

El papel de la Administración

Las obligaciones de las Administraciones son muy variadas, pero poco concretas. Aunque se habla de planes para formar, divulgar, promover y apoyar la investigación, estos aspectos deben concretarse.

Es muy interesante que se plantee la obligación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de medir y analizar el desperdicio. Y no solo medirlo, sino publicar, al menos anualmente, los datos correspondiente a todos los eslabones de la cadena. Esta información será de gran utilidad para verificar la eficacia de las medidas y para otros organismos que realicen actividades específicas.

En definitiva, se trata de una ley encaminada en la buena dirección, necesaria, bien documentada, pero poco concreta en la mayoría de las medidas. Por tanto, establece un buen marco para desarrollar acciones efectivas.

No obstante, la eficacia de este proyecto dependerá de medidas concretas. Y para conocer esta eficacia y potenciar medidas, o impulsar algunas nuevas, deberá existir una adecuada monitorización del desperdicio alimentario en toda la cadena, algo que en principio se contempla. Y esta monitorización no debe quedarse en una simple cuantificación del desperdicio alimentario, sino que debe incluir a qué se destina en cada caso. Especialmente en el caso de la industria alimentaria, es necesario conocer el panorama actual en la cadena de prioridades para valorizar estos desperdicios, e intentar mejorarlo.

The Conversation

Manuel Gómez Pallarés recibe fondos de la Unión Europea a través del programa Interreg POCTEP 21-27, y en concreto del proyecto TransCoLab PLUS.

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Cómo el fútbol condiciona la masculinidad y las relaciones de género en los colegios

Dmitrii Rud/Shutterstock

En muchos patios de colegios, el fútbol no es solo un juego; es un fenómeno social que define relaciones, exclusiones y, sobre todo, masculinidades, ya que son mayoritariamente los niños, y no las niñas, los que dedican el recreo a este deporte.

En algunos países europeos (por ejemplo, Alemania y Escocia), el fútbol tiene protagonismo en el tiempo de recreo, aunque por lo general los espacios escolares se organizan de tal manera que se ofrezcan diferentes alternativas de ocio.

En España y en otros países latinoamericanos (hemos recogido experiencias de países como Chile, Colombia y Costa Rica), ocurre que el fútbol es el juego principal y, en algunos casos, prácticamente exclusivo, ocupando los espacios centrales y dejando poco margen para formas alternativas de juego y deporte, sobre todo en escuelas que cuentan con recursos económicos más limitados para opciones de ocio.

A simple vista, nada que objetar: es un deporte de equipo que permite a los escolares disfrutar del aire libre, hacer ejercicio y construir relaciones. Pero ¿qué significa que un niño solo tenga esta alternativa de cara a la construcción de su identidad? ¿Cómo influye en sus relaciones y en las expectativas sociales el hecho de definirse, en el patio, como un niño que juega al fútbol o uno que no? ¿Cómo le marca en otros aspectos de su vida su papel dentro del juego?

Hemos analizado a lo largo de ocho cursos académicos si el fútbol en los patios escolares refleja o refuerza dinámicas de poder, inclusión y exclusión. Y hemos podido comprobar que, más allá del balón, este deporte actúa como un escenario donde se negocian y afirman roles de género, y donde no jugar significa, muchas veces, quedarse al margen.

Cómo el fútbol monopoliza el patio

Uno de los aspectos más valiosos de nuestra investigación es su carácter longitudinal: hemos acompañado a varios niños desde los 3 hasta los 10 años, observando cómo sus experiencias con el fútbol han evolucionado a lo largo del tiempo. Este seguimiento nos ha permitido identificar distintos tipos de trayectorias en su relación con este deporte y, sobre todo, cómo el fútbol en el recreo contribuye a la construcción de la masculinidad.

Desde muy pequeños, los niños empiezan a interiorizar que el fútbol no es solo un juego, sino un espacio de validación social. Al inicio de la Educación Infantil (3-5 años), constituye una actividad más dentro de un abanico diverso de juegos: los niños corren, construyen, imitan, exploran.

Sin embargo, al entrar en Educación Primaria (6 años), el fútbol comienza a monopolizar el recreo, y con ello surge una presión silenciosa: jugar se convierte en un requisito casi obligatorio para formar parte del grupo masculino.

Estrategias de los niños ante el fútbol

Hemos observado distintas formas en las que los niños lidian con esta imposición. Algunos, como Daniel, encuentran en el fútbol una pasión que les da identidad, pero también una fuente de tensiones: la necesidad de destacar, el miedo a la burla si fallan un pase, la competencia constante.

Otros, como Juan, lo utilizan como una herramienta de integración: quizás no les apasiona tanto, pero entienden que jugar les permite hacer amigos y sentirse parte del grupo.

Nuestro último caso es el de Pablo. Se trata de un niño sociable y querido a quien el fútbol no le interesa. A veces siente que el balón no solo ocupa el espacio físico del patio, sino también la atención y la dinámica del grupo. Prefiere otras formas de juego, pero ve cómo sus amigos terminan sumándose al fútbol para no quedarse fuera, y teme que, con el tiempo, pueda quedarse solo.

Más que desinterés, su rechazo es también una forma de resistencia: no se siente cómodo con la agresividad y la presión que rodean el juego en el recreo. Su historia refleja cómo, en un entorno donde el fútbol domina, quienes no juegan pueden quedar relegados a un segundo plano.




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¿Cómo eligen los niños a sus amigos?


Escuela de masculinidad

El recreo es mucho más que un tiempo de descanso: es un escenario donde se ensayan y refuerzan los códigos de lo que significa “ser un niño”. Y en gran parte de los colegios, el fútbol constituye la actividad que organiza ese aprendizaje. Para muchos, jugar bien a este deporte equivale a tener estatus y ser reconocido por los demás. Los niños aprenden que la masculinidad está ligada a la competitividad, la resistencia física y la necesidad de imponerse sobre el rival. Los que no encajan en esta dinámica corren el riesgo de ser etiquetados como “débiles” o “poco masculinos”.

Pero lo más significativo no es solo lo que ocurre dentro del campo, sino lo que sucede alrededor. El fútbol en el recreo actúa como un mecanismo de inclusión y exclusión: hay quienes tienen derecho a jugar y quienes no; quienes son líderes y quienes son suplentes; quienes mandan y quienes deben conformarse con mirar. Es un espacio de jerarquización masculina, donde las reglas no solo determinan el marcador, sino también la posición social dentro del grupo.




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La brecha de género en el deporte y su desarrollo en el aula


Un juego jerárquico y excluyente

En nuestras observaciones, hemos detectado varias razones por las que el fútbol es protagonista del ocio masculino infantil. Por un lado, muchos escolares asumen que es el “juego natural” de los chicos, lo que deja fuera tanto a las niñas como a aquellos niños que, por falta de interés o habilidad, no se sienten cómodos en ese entorno.

Por otro lado, el diseño del patio refuerza esta dinámica: el fútbol ocupa los espacios centrales, dejando a quienes no juegan en los márgenes. Además, su estructura competitiva establece jerarquías donde destacar en el juego otorga reconocimiento social, lo que empuja a muchos niños a participar para no quedar excluidos.

La influencia cultural también juega un papel clave: el fútbol está presente en la familia, los medios y la sociedad, reforzando la idea de que es el lenguaje común entre los niños y un símbolo de pertenencia. Así, no jugar puede significar quedar en una posición secundaria en la vida social del recreo.

En el caso de las niñas, cuando intentan jugar, suelen ser relegadas a posiciones secundarias (como porteras) o directamente ignoradas.

Un cambio de cultura futbolística

Hay escuelas que ya han empezado a equilibrar la preponderancia de este deporte con estrategias sencillas: partidos mixtos con reglas que fomenten la participación de todos, “días sin fútbol” que permitan que otros juegos tengan protagonismo, o una mejor distribución del espacio para que no todo gire en torno al balón. También es importante revisar cómo se organizan los equipos, evitando que siempre sean los mismos quienes eligen y quienes quedan fuera.

Pero el cambio no es solo estructural, también es cultural. Si queremos que el fútbol deje de ser una fuente de exclusión, hay que trabajar con los niños para que lo vivan de otra manera: con menos agresividad, más respeto, más cooperación. El juego limpio y la empatía son valores que se pueden reforzar desde la escuela para que la cancha sea un espacio de encuentro, no de rivalidad extrema o de marginación.

Para ello hace falta que los educadores y responsables políticos se impliquen: que reconozcamos el impacto que tienen estas dinámicas en la formación de los niños y exploremos alternativas que permitan que todos los escolares se sientan incluidos, competentes y valorados. Sobre todo, debemos cuestionar la idea de que jugar al fútbol (o jugar bien al fútbol) es una condición para formar parte del grupo.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.