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Desinformación a través de los siglos: ¿pudo una sátira de Quevedo haber alimentado una falsa conspiración judía?

Postal con la reproducción de una pintura que retrata un pogromo judío en Estrasburgo en 1880. Blavatnik Archive

El ser humano siempre ha vivido entre la verdad y la mentira, pero nunca antes se había visto obligado a diferenciar constantemente una de la otra. A nadie se le escapa que en las redes sociales aparecen cantidades inmensas de información que en ocasiones no se corresponden con la realidad. Algunas veces esto sucede porque la fuente no es la correcta, pero en otras oportunidades la información se crea artificialmente para sembrar el odio.

En el terreno de las falsificaciones propagadas con malas intenciones se encuentran los Protocolos de los Sabios de Sion. Este documento se publicó en 1903 en la Rusia zarista con el objetivo de justificar los pogromos (masacres de judíos promovidas por el poder) que entonces se estaban llevando a cabo.

Un documento falso

Portada de un libro en alemán.
Los Secretos de los Sabios de Sion es la primera versión documentada de Los Protocolos de los Sabios de Sion publicada fuera de Rusia. Publicado en Charlottenburg, Alemania, 1920.
Holocaust Memorial Museum

El escrito pretendía revelar, en sus veinticuatro capítulos, una conspiración de los judíos por la que intentarían dominar el mundo a partir del control de los medios de comunicación, la economía y la provocación de conflictos religiosos.

Gracias a las investigaciones de Philip Graves, corresponsal del diario The Times en Estambul, sabemos desde el año 1921 que el libelo tomó algunas de sus ideas del Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu ou la politique de Machiavel au XIXe siècle, par un contemporain (1864), de Maurice Joly, en el que Maquiavelo cargaba contra el pueblo judío.

Aparte de inspirarse en este libro, los Protocolos también plagiaron la trama del capítulo “En el cementerio judío de Praga” de la novela Nach Sedan de Hermann Goedsche. El episodio pone el foco en una asamblea de judíos (muertos y vivos) que repasan sus actuaciones en la centuria y planean maléficos proyectos para el siglo entrante.

Sin embargo, esta no habría sido la última influencia ficticia en la creación del documento.

Raíces hispanas

En 1949, el hispanista Jonas Andries van Praag formuló una convincente hipótesis que situaba un texto satírico de Quevedo en el tejido compositivo de la obra de Goedsche, y, por tanto, de los Protocolos.

Se trata de “La isla de los Monopantos”, un relato incrustado en La hora de todos y la fortuna con seso (publicada póstumamente en 1650) que acusaba al conde-duque de Olivares de colaborar con los sefardíes, quienes habían sido expulsados de la península en 1492. La reprobación política tomaba por vehículo una fabulosa junta desarrollada en Salónica, en la que judíos procedentes de toda Europa y los Monopantos (cristianos cómplices de los anteriores) estaban tramando un plan para destruir los cimientos de la cristiandad.

El profesor analizó varios pasajes paralelos de los que se deduciría, a su entender, que el escritor alemán conocía el texto quevediano. Detectaba una conexión, por ejemplo, en la forma en la que se presentan los asistentes a la reunión:

“[…] se juntaron por la sinagoga de Venecia, Rabbi Samuel y Rabbi Maimón; por la de Raguza, Rabbi Aben Ezra; por la de Constantinopla, Rabbi Jacob; por la de Roma, Rabbi Chamaniel; por la de Ligorna, Rabbi Gersomi; por la de Ruán, Rabbi Gabirol; por la de Orán, Rabbi Asepha; por la de Praga, Rabbi Mosche; por la de Viena, Rabbi Berchai; por la de Ámsterdam, Rabbi Meir Armahah”.

(“La Hora de todos y la Fortuna con seso”).

“Entonces decid de quién sois representantes y de dónde venís. ¿Tribu de Judá? -De Ámsterdam, respondió una voz fuerte. -¿Tribu de Benjamín? -¡Toledo!, fue la sorda respuesta. ¿Tribu de Leví? -¡Worms! -¿Tribu de Manasés? -¡Budapest! -¿Tribu de Gad? -¡Cracovia! -¿Tribu de Simeón? -¡Roma! -¿Tribu de Zabulón? -¡París! -¿Tribu de Dan? -¡Constantinopla! -¿Tribu de Asher? ¡Londres! -¿Tribu de Isaachar? -La respuesta llegó con voz débil y no pudo oírse con claridad. -¿Tribu de Neftalí? -¡Praga!”.

(“Nach Sedan”. Todas las traducciones al español toman como base la traducción al inglés de Bernstein)

También permitirían estrechar los cabos dos fragmentos en que los judíos asocian el control de los gobiernos con la concesión de créditos:

“En Ruán somos la bolsa de Francia contra España, y juntamente de España contra Francia socorremos a aquel monarca con el caudal que tenemos en Ámsterdam en poder de sus propios enemigos, a quienes importa más el mandar que le difiramos las letras que a los españoles cobrarlas […] porque nosotros socorremos como el que da con interés dineros al que juega y pierde, para que pierda más”.

(“La Hora de todos y la Fortuna con seso”)

“Todos los príncipes y las tierras de Europa están actualmente endeudados. La Bolsa regula estas deudas. Pero tales cosas sólo se hacen con capital mobiliario; por lo tanto, todo el capital mobiliario debe pasar a manos de los judíos. La base para esto ya está puesta, a juzgar por lo que hemos oído aquí. Si somos supremos en la Bolsa, alcanzaremos la misma supremacía en los gobiernos. Por lo tanto es necesario facilitar los préstamos para que lleguen a nuestras manos tanto más…”

(“Nach Sedan”)

Van Praag fijaba su atención, asimismo, en los elogios que los rabinos dedicaban a los metales preciosos:

“Ha considerado esta sinagoga que el oro y la plata son los verdaderos hijos de la tierra que hacen guerra al Cielo, no con cien manos solas, sino con tantas como los cavan, los funden, los acunan, los juntan, los cuentan, los reciben y los hurtan”.

(“La Hora de todos y la Fortuna con seso”)

“cuando todo el oro de la tierra sea nuestro, el poder pasará a nosotros… El oro es el soberano de la tierra. El oro es poder, recompensa, placer… Todo lo que los seres humanos temen y desean…”

(“Nach Sedan”).

Más allá de las discutibles semejanzas de los lugares paralelos (asentados, en mi opinión, sobre tópicos antisemitas de prolijo abolengo), la conjetura del hispanista sería viable por las enigmáticas circunstancias en las que tienen lugar lugar los encuentros y por los propósitos finales de los mismos.

De hallarse en lo cierto, Van Praag habría logrado ubicar una obrita de Quevedo en los orígenes de una patraña publicada con tres siglos de diferencia que intentó hacer pasar una ficción por un suceso real.

Lamentablemente, los Protocolos han sido increíblemente tomados por ciertos hasta el día de hoy. Parece así fundamental proporcionar una educación literaria de calidad para que tengamos instrumentos a mano que nos permitan deslindar fácilmente lo estrictamente auténtico de aquello que no se puede interpretar al pie de la letra. Esto urge especialmente en nuestra era, no otra que la de la desinformación.

The Conversation

Jorge Ferreira Barrocal es investigador predoctoral en la Universidad de Valladolid, y recibe financiación de la Universidad de Valladolid y del Banco Santander.

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Conheça a história de Jeanne du Barry, a prostituta amante de Luís XV que reinou em Versalhes

«Louis XV e Madame Du Barry», de Gyula Benczúr: odiada pela corte e adorada pelo rei, Jeanne du Barry conseguiu se impor por seis anos como a favorita do monarca, mas também acabou na guilhotina Hungarian National Gallery

Jeanne du Barry, a última amante oficial do rei Luís XV da França (1754-1793), era uma prostituta.

Odiada pela corte de Versalhes, mas adorada pelo rei, ela conseguiu se impor por seis anos como a favorita do monarca, ignorando todos aqueles que a detestavam por sua profissão vergonhosa e por não pertencer à nobreza. Entretanto, até mesmo a malfadada rainha Maria Antonieta teve que ceder e aceitá-la.

Ela foi retratada durante séculos como vulgar, feia e suja, e nada parecido com a realidade. Como o especialista Emmanuel de Waresquiel escreve em sua biografia de Du Barry, ela era culta, bonita, loira, com traços e comportamento requintados (nada parecido com sua representação em filmes como Maria Antoinette). Ela conhecia os costumes da elegância e do protocolo do Palácio de Versalhes graças a suas relações com a alta nobreza e seu treinamento em um convento. Além disso, seu trabalho como cabeleireira e como costureira em uma oficina de roupas femininas marcou a personalidade e a elegância de seu estilo refinado e sofisticado.

Mas sim, ela era uma prostituta. Foi isso que encantou o rei. Jeanne du Barry era uma especialista profissional em intimidade, fala-se até que ela usava pílulas afrodisíacas. Naqueles anos, ela era uma companheira fiel, que não interferia diretamente nos assuntos do governo do rei. Isso não a impediu de ser considerada manipuladora e ambiciosa.

A época dos libertinos

Jeanne Bécu, seu nome de solteira, conheceu o rei por meio de seu cafetão, o conde Jean-Baptiste du Barry, que tinha contatos entre os cortesãos e conseguiu que o assistente pessoal do rei a introduzisse em sua comitiva, ou melhor, em sua cama.

Isso foi fácil e possível porque, no século 18, a moral da alta sociedade francesa era influenciada pelos libertinos: intelectuais e aristocracia se misturavam em ambientes descontraídos, onde o erotismo, a sexualidade e a liberdade na intimidade não tinham limites. Isso é contado por Pierre Choderlos de Laclos em seu romance Les Liaisons Dangereuses (Ligações Perigosas), de 1782, por meio de 175 cartas nas quais os costumes da época são refletidos. O romance foi várias vezes transformado em filme.

Um homem nu deitado na cama serve de mesa para uma carta que uma mulher escreve em suas costas.
Uma Thurman e John Malkovich em uma cena de Ligações Perigosas, de Stephen Frears.
FilmAffinity

Os reis da França tinham esposas e, geralmente, uma amante oficial, uma favorita. A amante oficial de Luís XV durante anos, Madame de Pompadour, morreu em 1764 e, em 1768, a rainha consorte, Maria Leszczynska, morreu. O herdeiro do trono, Luís Fernando, e sua esposa, Maria Josefa da Saxônia, pais do futuro Luís XVI, também morreram. Portanto, em 1768, quando conheceu Jeanne, Luís era um rei triste e impopular, solitário, com pouco entusiasmo e pouca habilidade para governar.

Então ele encontrou Jeanne

De acordo com os historiadores Emmanuel de Waresquiel (mencionado acima), Marc Fourny e Alexandre Maral, quando Louis conheceu Jeanne, ele se apaixonou e não teve mais amantes até sua morte. Ele tinha 59 anos e ela, 23. Esse relacionamento despertou sua vitalidade perdida e o animou até o dia de sua morte: “Elle est très jolie, elle me plaît; cela doit suffire” (“Ela é muito bonita, eu gosto dela; isso deve ser suficiente”).

Portrait of Madame du Barry by François-Hubert Drouais.
Retrato de Madame du Barry por François-Hubert Drouais.
Museo del Prado

Para ser a amante oficial do rei, era desejável que a mulher tivesse um título nobre e não permanecesse solteira, a fim de mostrar uma imagem de decência. O monarca arranjou um casamento branco com o irmão de seu cafetão, Gillaume du Barry, que recebeu dinheiro e bens por isso. Após o casamento, ele se retirou para Toulouse e nunca se tornou realmente seu marido. Em troca, ela se tornou Condessa du Barry.

Foi então que Luís XV levou Jeanne du Barry para morar em Versalhes, em apartamentos particulares ao lado de seus quartos, luxuosamente decorados e com muito espaço, em comparação com o que era comum no palácio na época. Hoje, considera-se que eles exemplificam a elegância e o refinamento da arte do século 18. Ele lhe deu uma mesada de três milhões de libras por ano, além de joias e posses. Sem mencionar um pajem negro, chamado Zamor, um presente de um capitão inglês.

Durante o período em que Jeanne foi a favorita, ela manteve relações amistosas com filósofos como Voltaire, apoiou as artes decorativas e incentivou seu desenvolvimento. Grandes artistas trabalharam para ela: músicos, escultores e arquitetos.

“Há muitas pessoas hoje em Versalhes”.

Madame Du Barry retratada por Élisabeth Vigée-Lebrun em 1781.
Madame Du Barry retratada por Élisabeth Vigée-Lebrun em 1781.
Wikimedia Commons

De acordo com os historiadores, Jeanne era desprezada por todos. Uma prostituta, a favorita do rei? Era uma ideia insuportável. É por isso que ela foi insultada por toda Paris, em canções, em panfletos e por todas as classes sociais. Mesmo assim, os testemunhos da época não podem deixar de reconhecer sua postura. Jeanne era educada mesmo diante das humilhações mais explícitas. De acordo com a historiadora Evelyne Lever, ela permaneceu gentil e respeitosa com todos ao seu redor até o fim.

A própria princesa da época, Maria Antonieta, casada com o herdeiro Luís XVI, provocou um incidente diplomático ao não querer sequer cumprimentá-la. Ela a considerava uma prostituta e uma intrusa escandalosa na corte. No final, ela relutantemente cedeu e um dia se aproximou dela e disse:

Il ya bien de monde aujourd’hui à Versailles”. (“Há muitas pessoas hoje em Versalhes”).

Isso foi tudo. Maria Antonieta continuou a rejeitar e desprezar Jeanne. Esta última tentou, sem sucesso, conquistar sua afeição com presentes e cortesias que a princesa devolvia sem cerimônia. Entretanto, quando chegaram os dias da Revolução e todo o reino também detestava a agora rainha Maria Antonieta, ela cedeu e houve uma reaproximação.

Adeus, Versalhes; olá, guilhotina

Em 1774, o rei adoeceu com varíola. Jeanne cuidou dele mesmo diante do risco de contágio. Em maio, após sua morte, os novos reis Maria Antonieta e Luís XVI a expulsaram imediatamente de Versalhes.

Depois de viver por um tempo em um convento, ela se estabeleceu no palácio de Louveciennes que o rei havia lhe dado, longe da vida da cidade e da corte. Ela levava uma vida tranquila e burguesa, recebendo visitas de seus poucos amigos íntimos. Ela tinha um novo amor incondicional, o Duque de Brissac.

Sua vida poderia ter continuado pacificamente até o fim. No entanto, sofreu um roubo de joias que haviam sido pagas pelos cofres reais: diamantes e pérolas com valor atual de 60 milhões de euros. Ela fez uma denúncia pública em Paris e a notícia a trouxe de volta aos olhos do público. Seus bens, afetos e amizades foram considerados crimes de Estado.

Ela foi presa, julgada pelo tribunal revolucionário e condenada à guilhotina. Jeanne du Barry foi decapitada aos 50 anos de idade em 8 de dezembro de 1793. Diz-se que ela estava gritando, chorando e implorando por mais um minuto de vida.

The Conversation

Ana María Iglesias Botrán não presta consultoria, trabalha, possui ações ou recebe financiamento de qualquer empresa ou organização que poderia se beneficiar com a publicação deste artigo e não revelou nenhum vínculo relevante além de seu cargo acadêmico.