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Los oficios perdidos del Siglo de Oro (y los que seguimos manteniendo)

‘El extractor de dientes’, de Gerard Van Honthorst. Museo del Louvre

El siglo XVII, que en España forma parte del denominado Siglo de Oro, es conocido por ser un momento de gran producción artística nacional. Es la época de figuras como Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Lope de Vega o Pedro Calderón de la Barca, pero también de Diego Velázquez, Francisco de Zurbarán o la Escuela de Salamanca.

Frente a esta realidad tan rica, existe otra, que puede ser más desconocida y que también tiene su interés, que explica el modo de vida de los habitantes de esta centuria.

El setecentista es un siglo marcado por la decadencia del Imperio. El gobierno de la nación se centra en la política exterior, lo que tiene repercusiones negativas en la vida social de la población española. Las continuas guerras, como la que les enfrenta a los ingleses (1625-1630) o a los franceses (1635-1659), dejan patente las prioridades de la monarquía, que obliga a realizar un gran desembolso económico y, por tanto, a pedir un enorme sacrificio a gran parte de la sociedad. Así, se implantan severos impuestos destinados a sufragar las continuas y duraderas contiendas bélicas.

Sin embargo, la presión fiscal es tan fuerte que hace empobrecer a la población. Esta realidad se traduce, por tanto, en la configuración de la sociedad en la que se percibe la difuminación de las clases sociales intermedias. De este modo, la nobleza y el clero ocupan los puestos privilegiados frente al resto de la población, que se ve abocada a sobrevivir.

Las invisibles del ‘resto de la población’

La vida cotidiana de este gran sector de los ciudadanos empieza con la familia, que es el vínculo social más fuerte que estructura a la sociedad. La casa, el lugar en el que se vive, se convierte en una “unidad de producción, consumo, proveedor de estatus y beneficiaria de los derechos colectivos de la comunidad, con un patrimonio simbólico y moral representado por el conjunto de honores que ostentaba la familia”.

Inventario de los bienes de un cerero y confitero.
Archivo Histórico Municipal de Valladolid

El hombre es la figura más importante y la que administra los asuntos. Es, además, el único con derechos políticos, mientras que la mujer tiene un papel secundario y su destino se limita a dos opciones: el matrimonio –donde ejerce fundamentalmente las labores del hogar– o la Iglesia.

No es de extrañar entonces que los oficios de este siglo estén desempeñados principalmente por ellos. Algunos aparecen en los inventarios del Archivo Histórico Municipal de Valladolid y sus descripciones permiten conocer parte de las profesiones que se ejercían en esta centuria.

Trabajos diversos

Un oficio de prestigio era el de guadamacilero, quien fabricaba y vendía guadamecíes, cueros pintados o labrados artísticamente. Con ellos se decoraban, entre otros lugares u objetos, las casas, sobre todo las más pudientes. Esta profesión tiene probablemente su origen en la ciudad de Ghadames, en el Sáhara, ya que “es el lugar que más fama tenía entre el pueblo árabe por sus cueros labrados y dorados, de donde tomaron el nombre de ‘ghadamesi’, que al extenderse y españolizarse daría el actual guadamecil”.

En el terreno de la alimentación existían fruteros, pasteleros o confiteros. Pero también andaban por allí los cereros, que se encargaban de fabricar la miel o venderla en la tienda, y los alojeros, quienes comerciaban con aloja, una bebida compuesta por agua, miel y especias que hacía las delicias de los espectadores que presenciaban una comedia del Siglo de Oro.

Un aguador de Sevilla pintado por Diego Velázquez hacia 1620.
Un aguador de Sevilla pintado por Diego Velázquez hacia 1620.
Apsley House

Para la ropa no faltaban los sastres o los mercaderes de ropería. Estos últimos se dedicaban a vender vestidos hechos. Debido al crecimiento del número de roperos, su trabajo alcanzó el estatus de oficio y se les fueron destinando mejores lugares en las calles más importantes de las ciudades. Los coleteros, por su parte, fabricaban y vendían coletos –vestidos con casaca o jubón hechos de piel o cuero–.

En el ámbito de la salud contaban con boticarios, médicos y curanderos. Y en un estatus intermedio entre estas dos últimas profesiones, también tenían barberos sangradores, el escalón más bajo de las profesiones sanitarias propiamente dichas. Los integrantes de este oficio se encargaban de cirugías menos importantes destinadas a sangrar, es decir, realizar una incisión en la vena para vaciarla de sangre y curar determinadas enfermedades.

Tampoco hay que olvidarse de otras profesiones que han llegado hasta hoy, como las de carpintero, librero, abogado, mesonero –una práctica muy habitual en ese período que consistía en dar hospedaje a alguien– y corneta –que, como su propio nombre avisa, era la persona dedicada a tocar este instrumento–.

Y también en el gobierno

Finalmente, en el terreno político se recogen otros oficios como el de alcaide de las cárceles secretas de la Inquisición; relator de la Real Chancillería; regidor presbítero, es decir, gobernador de los sacerdotes, y contador de rentas y quitaciones del rey –responsable de la economía gubernamental–.

Es una pequeña muestra de las variadas labores que desempeñaban los españoles del siglo XVII en su vida diaria y que retratan no solo la prosperidad de la época, sino también su cotidianeidad.

The Conversation

Javier Mora García no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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¿Cómo se inventan las palabras?

Den_Man – photographer/Shutterstock

Imaginemos que tuviéramos que poner nombre a un objeto que no hemos visto nunca. ¿Qué sería más importante en la elección? ¿Ser funcional (es decir, que la nueva palabra incluyera pistas para entender a qué tipo de objeto nuevo nos vamos a referir) o dar rienda suelta a la creatividad?

¿Influiría en esta nueva palabra lo familiar que nos pudiera resultar el objeto en cuestión? ¿O nuestra edad?

Para intentar responder a estas preguntas, que en realidad encierran unas cuantas incógnitas sobre cómo y por qué creamos palabras nuevas, hemos llevado a cabo un estudio con resultados curiosos e interesantes.

Partimos de la selección de imágenes de seis objetos (algunos bastante realistas, otros absolutamente disparatados, y estamos bastante seguros de que prácticamente ninguno con un uso probado) surgidos durante la pandemia de covid-19: una bicicleta estática con mesa de trabajo; mamparas transparentes individuales que cuelgan del techo en restaurantes para proteger del contagio mutuo a los comensales; un gancho de metal para agarrar cosas o apretar botones sin usar directamente la mano; una pulsera con un dispensador de gel hidroalcohólico incorporado; una pegatina especial para enganchar la mascarilla en un sitio distinto de la oreja; y unos zapatos con la punta tan larga que evitan que nos acerquemos más de la cuenta a otra persona.

Enseñamos estos seis objetos a una muestra de casi 150 hablantes de español como lengua nativa.

¿Describir, reutilizar o tomar prestado?

Nuestro objetivo era recopilar los nombres que los participantes daban a cada uno de esos artilugios. Una vez los tuvimos, los clasificamos siguiendo dos criterios: por un lado, el de la estructura formal adoptada en cada palabra: ¿qué preferían, componer palabras a partir de otras, como “evita-pomo” o “aguanta-mascarillas”? ¿Derivar palabras ya existentes, como “higienizador” o “lamparote”? ¿Crear pequeños sintagmas descriptivos, como “burbuja-comedor” o “mascarilla antitirón de orejas”? ¿O incluso tomar prestadas palabras de otras lenguas, como “bikeoffice” o “gel and go”?

¿Comparar o destacar un rasgo? Metáforas y metonimias

Por otro lado, también clasificamos los tipos de lenguaje figurado que motivaban la generación de estos nuevos nombres.

Es decir, ¿optaban por elaborar metáforas para establecer comparaciones con objetos similares (como por ejemplo, “burbuja restaurante” para designar a la mampara protectora)? ¿O seleccionaban un rasgo significativo a través de una metonimia (véase “cuelgaorejas” para el dispositivo que se añade a las mascarillas)?

Creatividad lingüística y forma de razonar

El siguiente paso consistió en intentar dar con alguna relación entre ambas clasificaciones. ¿Tenían algo que ver los tipos de palabras escogidas por los hablantes para nombrar los objetos con la manera en que intentaron comprender de qué se trataban?

Es decir, ¿hay alguna relación entre nuestra manera de pensar y nuestra forma de crear palabras nuevas? Y si fuera así, ¿cómo es? Nosotros sospechábamos que sí… y los datos nos lo confirmaron.

Objetos extraños, palabras conocidas

En un principio, nosotros habíamos imaginado que los participantes escogerían palabras ya conocidas para bautizar a los objetos más extraños. De ese modo, podrían aferrarse a un referente conocido a la hora de abordar un objeto más extraño. Por ejemplo, hubo participantes que optaron por usar la palabra “lámpara” para designar al objeto que, en las imágenes, sirve para cubrir las cabezas y minimizar la transmisión del virus: reutilizaron una palabra que ya conocían, pero le asignaron un nuevo referente.

Pero lo cierto es que no fue así en la mayoría de los casos. Los caminos de la lengua son inescrutables (a veces).

Lo primero que observamos fue que los hablantes tendían a utilizar palabras ya existentes para nombrar objetos que les resultaban más familiares (como, por ejemplo, “sujetador de mascarillas” o “cuelgaorejas” para nombrar a los ganchitos que permitían ponerse las mascarillas evitando marcas de gomas en las orejas). En cambio, creaban palabras nuevas para nombrar objetos más novedosos (por ejemplo, “abridoor” para nombrar un artilugio creado ad hoc para abrir puertas sin tener que tocarlas).

De ‘salvaorejas’ a ‘mampara social’

Volviendo al experimento, también apreciamos dos conexiones muy relevantes en las decisiones tomadas por los participantes en el estudio:

Cuando creaban palabras compuestas (es decir, palabras formadas, a su vez, de otras dos palabras, como en “pulseragel” o “salvaorejas”), tendía a ser para destacar un rasgo específico del objeto (a través de una operación cognitiva llamada metonimia), y así surgían palabras como “abrepuertas” (aludiendo, en este caso, a la función del objeto para nombrarlo) o “gelmóvil” (haciendo referencia al contenido para designarlo).

Cuando lo que acuñaban eran sintagmas –es decir, grupitos escuetos de palabras– se ponían mucho más metafóricos, y buscaban establecer una comparación con un objeto más conocido. Es el caso de “mampara social” o “campana anticontagio”, donde la analogía les permitía explorar alguna similitud entre el objeto desconocido y uno conocido: con la mampara, la función, y con la campana, la forma.

Además, las metonimias eran la opción preferida a la hora de crear los nombres de los objetos más extraños, mientras que preferían las metáforas para enmarcar conceptos más familiares.

Metáforas, mejor para cosas conocidas

Y esto sí que nos los esperábamos. Como hablantes, nos permitimos el lujo de establecer analogías más arriesgadas y no tan evidentes para nombrar realidades que ya conocemos, y para eso nos valemos de las metáforas. Pero si el objeto al que tenemos que nombrar no nos suena de nada, o no logramos comprenderlo, necesitamos resaltar alguno de sus componentes que conozcamos mejor (su función, qué puede contener, qué causas hay detrás de su uso…) para poder asimilarlo mejor. Al fin y al cabo, somos seres sociales que necesitamos hacer todo lo posible para comunicarnos de una forma que se nos entienda.

El estudio es relevante porque apunta a que, al contrario de lo que se ha creído tradicionalmente, las metáforas no siempre son un mecanismo que ayuda a nombrar realidades difíciles de entender. En lugar de eso, esta investigación revela que son una estrategia que los hablantes adoptan cuando comprenden mejor aquello que quieren nombrar. En consecuencia, se sienten más seguros y pueden dar más rienda suelta a su creatividad.

La edad no importa cuando creamos palabras

Un último apunte inesperado que también arrojó nuestro trabajo tuvo que ver con la edad de los participantes. Tradicionalmente, se piensa que los hablantes de mayor edad tienden a ser más cautos y conservadores en sus usos lingüísticos, mientras que los más jóvenes se suelen lanzar sin miedo a propuestas más transgresoras y creativas.

Pues bien, el estudio también refutó este prejuicio: las estrategias adoptadas por los participantes para bautizar los objetos que les presentamos fueron prácticamente las mismas en cualquier franja de edad.

¿Qué significa esto? Puede ser que los estudios previos sobre producción neológica hayan tenido cierto sesgo de edadismo. O bien puede ser que la pandemia, al tratarse de un fenómeno tan global y transversal, nos “forzara” a todos a utilizar todas las estrategias disponibles para adaptarnos y sobrevivir a una nueva realidad de emergencia sanitaria.

En cualquier caso, no apreciamos brecha generacional en las estrategias utilizadas por los participantes del estudio: no dejamos de crear palabras nuevas a lo largo de la vida.

Prodigios léxicos

Las conclusiones de nuestro estudio sobre la relación entre pensamiento y lenguaje apuntan a que optamos por metáforas para nombrar objetos que ya conocemos, y preferimos metonimias para bautizar los que nos son más extraños. En el primer caso, preferimos breves grupos de palabras y en el segundo, palabra compuestas de, a su vez, otras palabras.

Pero en la investigación académica a veces lo mejor no son los resultados, sino el camino: lo mejor que nos ha dado este estudio ha sido poder adentrarnos en la mente de personas capaces de generar palabros como “cicloficina” para designar a la bicicleta estática con mesa de portátil incorporada, “hidromuñeca” para la pulsera dispensadora de gel hidroalcohólico y, nuestra favorita, “zapatorrinco” para nombrar los zapatos con puntera “de seguridad”.

Después de habernos topado con semejante prodigio léxico, no pudimos volver a mirar estos objetos con los mismos ojos.

The Conversation

Miguel Sánchez Ibáñez recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación, la Agencia Estatal de Investigación y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Ref.: MPID2021-125906NB-I00/MICIN/AEI/10.13039/501100011033/FEDER, UE).

Paula Pérez Sobrino recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación – Agencia Española de Investigación – Fondos FEDER (referencias: PID2020-118349GB-I00, PID2021-123302NB-I00).

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Los mejores libros en español del siglo XXI

Cuando el pasado mes de julio el diario The New York Times presentó su lista de los mejores libros publicados en lo que llevamos del siglo XXI, muchas voces se alzaron para reclamar lo que parecían ausencias sonadas. Sin embargo, donde algunos vieron un problema, The Conversation vio una oportunidad.

Y cuando nuestros compañeros de Australia y Nueva Zelanda presentaron las listas de sus respectivos países, nos reafirmamos en esa idea de oportunidad.

La lista del periódico estadounidense solo incluía seis menciones a escritores latinoamericanos, y dos de esos libros (La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz, y Fortuna, de Hernán Díaz) habían sido escritos originalmente en inglés. Pero nosotros siempre hemos defendido la potencia, la pluralidad y la riqueza de nuestro idioma como transmisor de conocimiento.

Así que, para que la representación de la literatura en español no quedase solo a cargo de quienes habían logrado hacerse un hueco en aquella selección, contactamos con 38 expertos de diversas universidades españolas y latinoamericanas para elegir los 20 mejores libros escritos originalmente en español desde el 1 de enero de 2000.

Les pedimos a nuestros voluntarios que eligiesen un primer libro y dos menciones. En base a eso elaboramos la lista de veinte, que hemos preferido no numerar por los diversos empates que se han dado en ella. Algunos de los autores que votaron los libros elegidos han escrito unas líneas para explicar qué tiene de especial esa obra. Y al final del artículo se incluyen todos aquellos números 1 de los seleccionadores que no entraron en la lista de ningún otro compañero pero que merecieron un primer puesto en su corazón.

Las listas, al final, más que para establecer un orden de preferencia o de calidad, sirven para recuperar títulos que algunos no recordábamos, o que no sabíamos que habían gustado tanto. Nadie duda de la calidad de los tres primeros seleccionados, que están en boca de todos desde su publicación, pero algunos de los otros libros seleccionados pueden suponer un descubrimiento para muchos lectores.

Como siempre sucede con los ránquines, aunque son todos los que están, por supuesto no están todos los que son. Así que animamos a los lectores a dejar en comentarios sus libros favoritos (originalmente en español) de este siglo.


2666, de Roberto Bolaño

Portada de 2666 de Roberto Bolaño.

Penguin Libros

“Durante bastante tiempo soñé con Hans Reiter, personaje de 2666. Hans Reiter volvía a mí como cada tarde de domingo. Del mismo modo, la frialdad policial de las fichas sobre esas mujeres muertas, violadas, desaparecidas, torturadas se convertía en un fuego de rabia y dolor.

Roberto Bolaño parece anunciar en 2666 el final de Occidente, un apocalipsis caótico en el que los personajes se mueven en espacios de difícil definición, de contornos marcados por fronteras difusas e irreales; espacios habitados, en gran medida, por seres conocedores del horror. Los murmullos fantasmales de Juan Rulfo ya no se pueden escuchar debido a los gritos no menos fantasmales que salen del violento horror de la frontera mexicana, de la Santa Teresa de Bolaño, aunque ahí, junto a las putas y los ejecutivos vemos también a las «indias con bultos a la espalda”, las mismas indias fotografiadas por Rulfo que han llegado a un destino en el que solo se las permite seguir cargando eternamente con sus bultos».

Isabel Giménez Caro, profesora titular de Literatura española, Universidad de Almería


El infinito en un junco, de Irene Vallejo

Portada de El infinito en un junco de Irene Vallejo

Siruela

El infinito en un junco de Irene Vallejo ofrece un asombroso viaje por la historia de los libros, piezas de tiempos entrelazados a través del papiro, el pergamino y el papel.

Así, este ensayo nos invita a un recorrido que va desde los clásicos griegos hasta los manuscritos medievales, pasando por la Biblioteca de Alejandría, los talleres de copistas y las pantallas digitales. Todo ello entretejiendo con maestría una gran cantidad de fuentes historiográficas, literarias y culturales junto a experiencias íntimas acerca del diálogo infinito que implica la preservación del conocimiento, la cultura y la identidad en el corazón de la palabra escrita”.

María Di Muro Pellegrino, profesora e investigadora del Centro de Investigación y Formación Humanística, Universidad Católica Andrés Bello


La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa

Portada de La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa

Penguin Libros

“Publicada en el año 2000, La Fiesta del Chivo puede que sea la última de las grandes novelas del escritor hispano peruano Mario Vargas Llosa, tras títulos de la relevancia de La ciudad y los perros, La casa verde, La guerra del fin del mundo y, sobre todo, Conversación en la Catedral.

Supone, además, la culminación de toda una serie de excepcionales relatos de diferentes autores –El señor Presidente, Yo, el supremo, El otoño del patriarca, etc.- que tienen como principal objetivo llevar a cabo una profunda reflexión sobre las dictaduras en América Latina. La obra de Vargas Llosa destaca, además, por su estilo y fuerza narrativa”.

José Belmonte Serrano, profesor de Literatura Española, Universidad de Murcia


Tu rostro mañana, de Javier Marías

Portada de Tu rostro mañana, de Javier Marías

Penguin Libros

Tu rostro mañana, de Javier Marías, es una trilogía compuesta por Fiebre y lanza (2002), Baile y sueño (2004) y Veneno y sombra y adiós (2007). En ella, el autor explora a través de sus personajes diversos episodios de la historia reciente, personas y acontecimientos que han quedado marginados u olvidados, con los que se entremezcla la experiencia de su protagonista, Jaime Deza.

A través de una prosa que evoca la narrativa del grand style, Marías va construyendo un mundo en el que se funden las tramas de la novela de espías, la novela de campus y los acontecimientos históricos más relevantes del siglo XX, en una narración envolvente que arrastra al lector mientras reflexiona sobre el propio proceso de escritura y la constitución de un mundo en que ficción y realidad tienen límites muy difusos”.

Juan José Lanz Rivera, catedrático de Literatura Española, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea


El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura

Portada de El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura

Planeta de Libros

“Esta novela se asemeja a las grandes del boom latinoamericano por su vocación totalizadora y su ambición histórica e identitaria, y se coloca al margen del marasmo de dudas, pensamiento débil y rendiciones distópicas de una gran parte de las novelas de nuestro siglo.

Leonardo Padura sigue los cánones de la novela histórica moderna y ofrece un fresco monumental, como muy pocos se atreven a intentarlo, de una época en la que los regímenes totalitarios y el terror asolaron el mundo occidental, con un estilo muy ameno, sin dar lecciones de historia, por el que los lectores quedan subyugados, y tratan de establecer conexiones entre las diferentes historias que se combinan en el relato”.

Yannelys Aparicio, catedrática de Literatura, Universidad Internacional de La Rioja


Crematorio, de Rafael Chirbes

Portada de Crematorio, de Rafael Chirbes

Anagrama

“La obra de Rafael Chirbes era apreciada por los críticos, pero desconocida en buena medida por los lectores hasta la aparición de Crematorio, una novela que anticipó el desastre económico que sufriría el mundo occidental a inicios del siglo XXI.

En un pueblo inventado de la costa levantina tiene su emporio comercial el arquitecto Rubén Bertomeu. Su riqueza se sustenta no solo en el hormigón, sino en inmoralidades públicas y privadas. Realiza actividades que todos los personajes de su entorno familiar parecen cuestionar, pero de las que no dudan en aprovecharse al máximo. En el escaso tiempo que dura el traslado, desde el tanatorio hasta el crematorio, del cadáver del hermano de Rubén, Matías, todos los personajes, en largos e intensos monólogos interiores, reflexionan sobre la mezquindad que domina sus vidas.

Chirbes dibuja el declive de una época y un país a través de una familia en concreto, porque la destrucción del paisaje mediterráneo corre en paralelo a la destrucción moral de los Bertomeu”.

José María Fernández Vázquez, profesor de Literatura Española, Universidad Pablo de Olavide


pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz

Portada de pequeñas mujeres rojas de Marta Sanz

Anagrama

“Esta novela policiaca cuenta la historia de la saga familiar constituida por Jesús Beato a partir del enriquecimiento que experimentó con las interesadas delaciones ofrecidas a los falangistas en el verano de 1936. El estigma de esta familia es la codicia y el crimen codicioso y las muertes causadas por los Beato alimentan esta trama negra.

La novela edifica un monumento –no de piedra y no vandalizable– a la memoria y a la épica de los vencidos y las vencidas (pequeñas mujeres rojas) en la guerra civil española. Constituye un alarde estilístico, de estructura y de técnica literaria, que explora los modos de representación de la violencia y del dolor. Con este fin proyecta la trama sobre el relato fantástico y de terror, en particular sobre las producciones de la factoría Disney desde los tiempos clásicos del ‘tío Walt’ a los más recientes de Tim Burton”.

María Ángeles Naval, catedrática de Literatura española, Universidad de Zaragoza


Lectura fácil, de Cristina Morales

Portada de Lectura fácil de Cristina Morales

Anagrama

“La obra de Cristina Morales puede definirse como una apuesta decidida por la implosión del texto literario convencional. Pocas novelas hispánicas del siglo XXI llevan más lejos esa demolición que Lectura fácil, de la mano de sus cuatro voces narrativas y del lenguaje empleado, así como de los mecanismos y materiales que nutren la trama.

Pero, además, muy pocas de esas ficciones están insufladas por un propósito tan radical como sería el cuestionamiento de la noción de «discapacidad intelectual”. Su calado es de orden estético y ético; su creación, un logro ante el que palidece la cultura más adocenada».

Rafael Manuel Mérida Jiménez, catedrático de Literatura española y de estudios de género, Universitat de Lleida


Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara

Portada de Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara

Penguin Libros

Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, es la primera novela del siglo XXII.

Lo mejor no es su re-escritura neobarroca, carnavalizada y paródica de la obra fundacional argentina, El gaucho Martín Fierro, a través de una prosa lírica salpicada de spanglish, guaraní y una mezcla procaz de géneros gramaticales, identidades, temporalidades y espacios, sino el genial hallazgo de que para subvertir el canon –patriarcal, mesocrático y colonial– no basta con hacer visible a las autoras y textos olvidados, sino que hay que travestir la propia ficción y su crítica.

Sólo así el futuro literario será un poco más transfeminista. Y feliz”.

Ana Gallego Cuiñas, catedrática de literatura latinoamericana en la Universidad de Granada, Universidad de Granada


Patria, de Fernando Aramburu

Portada de Patria de Fernando Aramburu.

Planeta de Libros

Patria destaca por el excelente diseño de los personajes novelescos, la coherencia de su discurso interior y dialógico con los hechos narrados y por la trabazón de causas y efectos que permea su evolución. La polifonía del relato se conjuga magistralmente con la temática, pues aborda de una manera novedosa el tema de la violencia de ETA, transmitiendo el pensamiento de cada protagonista, sus creencias, ideas y sentimientos, a la vez que las causas subyacentes y explica desde su óptica su comportamiento.

Aporta desde la literatura una verdadera investigación histórica y social al tiempo que consigue emocionar y logra un disfrute estético e intelectual”.

María Luzdivina Cuesta Torre, profesora de Literatura española, Universidad de León


Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez

Portada de Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez

Anagrama

Nuestra parte de noche de Mariana Enriquez reúne el horror sobrenatural característico del género gótico y los crímenes cometidos en la dictadura militar. El vínculo entre ambos componentes es una familia privilegiada, iniciada en una secta que adora a un dios sanguinario al que llaman La Oscuridad. Para asegurarse la protección de tal divinidad, los líderes de la familia secuestran a jóvenes a los que sacrifican en ceremonias tan violentas como lo fueron las torturas y desapariciones que la Junta Militar ejercía contra sus disidentes.

Al recurrir al gótico, Mariana Enriquez reflexiona sobre la realidad política de su país a la vez que se afirma en una tradición presente en Argentina desde principios del siglo XX”.

Teresa Georgina González Arce, profesora investigadora del Departamento de Estudios Literarios, Universidad de Guadalajara


Distancia de rescate, de Samanta Schweblin

Portada de Distancia de rescate de Samanta Schweblin

Penguin Libros

Distancia de rescate fue premiada con el Tigre Juan y el Ojo Crítico, nominada en 2017 al Booker International Prize, galardonada en 2018 con el Shirley Jackson, elegida por el Tournament of Books como mejor libro publicado en Estados Unidos y llevada al cine en 2021 por Claudia Llosa.

Se trata de una novela corta con los mejores rasgos del género: tensa, apabullante y terrorífica, introduce al lector en una espiral asfixiante desde su primera frase gracias al ritmo trepidante y el crescendo que le insufla la autora, especialista, además, en trazar perfiles psicológicos de gran profundidad. Marcada a partes iguales por el lirismo y la potencia del diálogo, combina la denuncia ecosocial –mostrando los peligros del cultivo de glifosato en las comunidades campesinas más pobres– con la expresión del miedo a que aboca la experiencia de la maternidad. Asimismo, transforma con maestría el característico locus amoenus en un espacio macabro, signado por la amenaza de la enfermedad a cada paso”.

Francisca Noguerol Jiménez, catedrática de Literatura Hispanoamericana, Universidad de Salamanca


Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor

Portada de Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor

Penguin Libros

Temporada de huracanes da voz a una sociedad profundamente afectada tanto por la degradación medioambiental como por la violencia social. La narrativa se articula a través de una polifonía de voces fragmentadas, cada una aportando una perspectiva particular sobre el brutal asesinato de la Bruja. Mediante una prosa visceral y poética, que adopta características del flujo de conciencia y carece de divisiones en párrafos, Melchor ofrece un retrato descarnado de la condición humana en un entorno definido por la desesperanza.

Con resonancias del México de Juan Rulfo y el inframundo de La Celestina, la obra de Melchor examina desigualdades estructurales arraigadas, como la misoginia, la pobreza y la corrupción sistémica en un pueblo mexicano devastado por huracanes”.

Goretti Teresa González, profesora de Literatura, IE University


Soldados de Salamina, de Javier Cercas

Portada de Soldados de Salamina de Javier Cercas

Penguin Libros

“La literatura ha de ser necesariamente un espejo donde se mire la imaginación. Es una huida que nos acerca a la realidad de la que se finge escapar.

De ese juego de sombras y de luces nacen siempre las grandes obras, desde El Quijote a Soldados de Salamina, la novela con la que Javier Cercas dio un salto acrobático hacia un número infinito de lectores, renovó la novela de testimonio, convirtió la Guerra Civil y sus secuelas en materia literaria y recordó al mundo que el escritor –libre de géneros y leyes– es dueño y señor de sus historias, ya sean propias o de todos”.

José Luis Vicente Ferris, profesor de Literatura Española, Universidad Miguel Hernández


Los pacientes del doctor García, de Almudena Grandes

Portada de Los pacientes del doctor García de Almudena Grandes

Planeta de Libros

Los pacientes del doctor García es una novela de ritmo ágil, impetuoso incluso, y prosa limpia, mimada, sin concesiones. Las historias entrecruzadas que crea la autora se narran desde diferentes puntos de vista y tejen un tapiz humano denso y reconocible, en la estela de la novela realista del siglo XIX, con Galdós al fondo. El resultado es una lectura estimulante, que nos reconcilia con los textos atractivos, poliédricos y formalmente bien armados.

Este episodio de una guerra interminable, una de las mejores versiones de la mejor Almudena Grandes, ha sido capaz de seducir tanto a críticos como a académicos, así como a un amplio espectro lector que, desde hace más de un lustro, ratifica su relevancia”.

Montserrat Ribao Pereira, catedrática de Literatura Española, Universidade de Vigo


El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza

Portada de El invencible verano de Liliana

Penguin Libros

“‘El tiempo lo cura todo, excepto las heridas’. Esta es la historia novelada de la vida de Liliana, hermana de la autora, quien fue asesinada en julio 1990 por un exnovio en Ciudad de México. La novela trata del feminicidio en México como trasfondo, pero en realidad habla sobre las mujeres y la violencia en sus vidas, la impunidad de los delitos, y sobretodo del duelo y cómo lo procesa cada quien a su manera.

Un trabajo de reconstrucción familiar doloroso que es a la vez la reconstrucción memoriosa de nuestra sociedad. Liliana es más que su muerte. Liliana podemos ser (somos) todas”.

María Teresa Orozco López, profesora de Escritura Creativa y Literatura Infantil, Universidad de Guadalajara


Ordesa, de Manuel Vilas

Portada de Ordesa de Manuel Vilas

Penguin Libros

Ordesa, de Manuel Vilas, nos ofrece una versión sumamente original de un viejo tema literario como es el duelo por la pérdida de los padres. En la novela asistimos a un emocionante y desgarrador desnudo del propio autor, donde deja aflorar de manera muy convincente, apenas sin encubrimientos ni trucos literarios, sus miedos, fobias y temores ante la pérdida, la soledad, la muerte y el fracaso, con los que lograron empatizar muchísimos lectores.

Pero, sobre todo, Ordesa nos deslumbra por esa inconfundible marca «Vilas”, un estilo único y especialmente reconocible, que aúna lucidez, valentía y elegancia con un inteligente sentido del humor».

Teresa Gómez Trueba, catedrática de Literatura Española, Universidad de Valladolid


Los aires difíciles, de Almudena Grandes

Portada de Los aires difíciles de Almudena Grandes

Planeta de libros

Los aires difíciles son los vientos que se cruzan en la costa gaditana –el levante y el poniente–, pero también son metáforas de las vidas de Juan Olmedo y Sara Gómez. Ambos personajes escapan de un pasado en Madrid que les atormenta y en el entorno de una urbanización turística se encontrarán gracias a la asistenta de ambos, Maribel.

Los aires difíciles es una extraña historia de amistad entre desconocidos que nunca se hubieran encontrado en la que sin tapujos abren sus corazones para que los vientos del sur arrastren las propias pesadumbres que lastran sus vidas en busca de un futuro posible”.

José María Fernández Vázquez, profesor de Literatura Española, Universidad Pablo de Olavide


Línea de fuego, de Arturo Pérez Reverte

Portada de Línea de fuego de Arturo Pérez-Reverte

Penguin Libros

Línea de fuego recrea la batalla del Ebro de la guerra civil española con un relato más atento a la intrahistoria unamuniana que a la dimensión histórica de la contienda.

Y este es, creo, su principal atractivo: saber mirar en profundidad a los hombres y mujeres que protagonizaron los hechos (sus sentimientos, sus miedos, sus expectativas, sus esperanzas, sus valores, sus miserias) y justipreciar, en un logrado y nada fácil equilibrio, cuánto de admirable y cuánto de reprobable hubo en ambos bandos, con un estilo caracterizado por la intensidad narrativa, la precisión en los detalles y la viveza en los diálogos”.

Santiago Alfonso López Navia, catedrático de Filología, Universidad Internacional de La Rioja


Hecho en Saturno, de Rita Indiana

Portada de Hecho en Saturno, de Rita Indiana

Periférica

“El viaje de desintoxicación de Argenis Luna a La Habana, desde su natal Santo Domingo, nos lleva a enfrentarnos con el desencanto de una revolución fallida y la desilusión ante unos ideales artísticos consumidos por el capitalismo.

En esta magistral novela de la escritora dominicana Rita Indiana, una de las figuras más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XXI, Argenis encarna las contradicciones de una generación que ha quedado a la deriva ante el derrumbe de los relatos redentores de unas ideologías que, como Saturno, han devorado a sus hijos”.

María Teresa Vera Rojas, profesora e investigadora de literatura hispanoamericana y española, Universitat de les Illes Balears


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Desinformación a través de los siglos: ¿pudo una sátira de Quevedo haber alimentado una falsa conspiración judía?

Postal con la reproducción de una pintura que retrata un pogromo judío en Estrasburgo en 1880. Blavatnik Archive

El ser humano siempre ha vivido entre la verdad y la mentira, pero nunca antes se había visto obligado a diferenciar constantemente una de la otra. A nadie se le escapa que en las redes sociales aparecen cantidades inmensas de información que en ocasiones no se corresponden con la realidad. Algunas veces esto sucede porque la fuente no es la correcta, pero en otras oportunidades la información se crea artificialmente para sembrar el odio.

En el terreno de las falsificaciones propagadas con malas intenciones se encuentran los Protocolos de los Sabios de Sion. Este documento se publicó en 1903 en la Rusia zarista con el objetivo de justificar los pogromos (masacres de judíos promovidas por el poder) que entonces se estaban llevando a cabo.

Un documento falso

Portada de un libro en alemán.
Los Secretos de los Sabios de Sion es la primera versión documentada de Los Protocolos de los Sabios de Sion publicada fuera de Rusia. Publicado en Charlottenburg, Alemania, 1920.
Holocaust Memorial Museum

El escrito pretendía revelar, en sus veinticuatro capítulos, una conspiración de los judíos por la que intentarían dominar el mundo a partir del control de los medios de comunicación, la economía y la provocación de conflictos religiosos.

Gracias a las investigaciones de Philip Graves, corresponsal del diario The Times en Estambul, sabemos desde el año 1921 que el libelo tomó algunas de sus ideas del Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu ou la politique de Machiavel au XIXe siècle, par un contemporain (1864), de Maurice Joly, en el que Maquiavelo cargaba contra el pueblo judío.

Aparte de inspirarse en este libro, los Protocolos también plagiaron la trama del capítulo “En el cementerio judío de Praga” de la novela Nach Sedan de Hermann Goedsche. El episodio pone el foco en una asamblea de judíos (muertos y vivos) que repasan sus actuaciones en la centuria y planean maléficos proyectos para el siglo entrante.

Sin embargo, esta no habría sido la última influencia ficticia en la creación del documento.

Raíces hispanas

En 1949, el hispanista Jonas Andries van Praag formuló una convincente hipótesis que situaba un texto satírico de Quevedo en el tejido compositivo de la obra de Goedsche, y, por tanto, de los Protocolos.

Se trata de “La isla de los Monopantos”, un relato incrustado en La hora de todos y la fortuna con seso (publicada póstumamente en 1650) que acusaba al conde-duque de Olivares de colaborar con los sefardíes, quienes habían sido expulsados de la península en 1492. La reprobación política tomaba por vehículo una fabulosa junta desarrollada en Salónica, en la que judíos procedentes de toda Europa y los Monopantos (cristianos cómplices de los anteriores) estaban tramando un plan para destruir los cimientos de la cristiandad.

El profesor analizó varios pasajes paralelos de los que se deduciría, a su entender, que el escritor alemán conocía el texto quevediano. Detectaba una conexión, por ejemplo, en la forma en la que se presentan los asistentes a la reunión:

“[…] se juntaron por la sinagoga de Venecia, Rabbi Samuel y Rabbi Maimón; por la de Raguza, Rabbi Aben Ezra; por la de Constantinopla, Rabbi Jacob; por la de Roma, Rabbi Chamaniel; por la de Ligorna, Rabbi Gersomi; por la de Ruán, Rabbi Gabirol; por la de Orán, Rabbi Asepha; por la de Praga, Rabbi Mosche; por la de Viena, Rabbi Berchai; por la de Ámsterdam, Rabbi Meir Armahah”.

(“La Hora de todos y la Fortuna con seso”).

“Entonces decid de quién sois representantes y de dónde venís. ¿Tribu de Judá? -De Ámsterdam, respondió una voz fuerte. -¿Tribu de Benjamín? -¡Toledo!, fue la sorda respuesta. ¿Tribu de Leví? -¡Worms! -¿Tribu de Manasés? -¡Budapest! -¿Tribu de Gad? -¡Cracovia! -¿Tribu de Simeón? -¡Roma! -¿Tribu de Zabulón? -¡París! -¿Tribu de Dan? -¡Constantinopla! -¿Tribu de Asher? ¡Londres! -¿Tribu de Isaachar? -La respuesta llegó con voz débil y no pudo oírse con claridad. -¿Tribu de Neftalí? -¡Praga!”.

(“Nach Sedan”. Todas las traducciones al español toman como base la traducción al inglés de Bernstein)

También permitirían estrechar los cabos dos fragmentos en que los judíos asocian el control de los gobiernos con la concesión de créditos:

“En Ruán somos la bolsa de Francia contra España, y juntamente de España contra Francia socorremos a aquel monarca con el caudal que tenemos en Ámsterdam en poder de sus propios enemigos, a quienes importa más el mandar que le difiramos las letras que a los españoles cobrarlas […] porque nosotros socorremos como el que da con interés dineros al que juega y pierde, para que pierda más”.

(“La Hora de todos y la Fortuna con seso”)

“Todos los príncipes y las tierras de Europa están actualmente endeudados. La Bolsa regula estas deudas. Pero tales cosas sólo se hacen con capital mobiliario; por lo tanto, todo el capital mobiliario debe pasar a manos de los judíos. La base para esto ya está puesta, a juzgar por lo que hemos oído aquí. Si somos supremos en la Bolsa, alcanzaremos la misma supremacía en los gobiernos. Por lo tanto es necesario facilitar los préstamos para que lleguen a nuestras manos tanto más…”

(“Nach Sedan”)

Van Praag fijaba su atención, asimismo, en los elogios que los rabinos dedicaban a los metales preciosos:

“Ha considerado esta sinagoga que el oro y la plata son los verdaderos hijos de la tierra que hacen guerra al Cielo, no con cien manos solas, sino con tantas como los cavan, los funden, los acunan, los juntan, los cuentan, los reciben y los hurtan”.

(“La Hora de todos y la Fortuna con seso”)

“cuando todo el oro de la tierra sea nuestro, el poder pasará a nosotros… El oro es el soberano de la tierra. El oro es poder, recompensa, placer… Todo lo que los seres humanos temen y desean…”

(“Nach Sedan”).

Más allá de las discutibles semejanzas de los lugares paralelos (asentados, en mi opinión, sobre tópicos antisemitas de prolijo abolengo), la conjetura del hispanista sería viable por las enigmáticas circunstancias en las que tienen lugar lugar los encuentros y por los propósitos finales de los mismos.

De hallarse en lo cierto, Van Praag habría logrado ubicar una obrita de Quevedo en los orígenes de una patraña publicada con tres siglos de diferencia que intentó hacer pasar una ficción por un suceso real.

Lamentablemente, los Protocolos han sido increíblemente tomados por ciertos hasta el día de hoy. Parece así fundamental proporcionar una educación literaria de calidad para que tengamos instrumentos a mano que nos permitan deslindar fácilmente lo estrictamente auténtico de aquello que no se puede interpretar al pie de la letra. Esto urge especialmente en nuestra era, no otra que la de la desinformación.

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Jorge Ferreira Barrocal es investigador predoctoral en la Universidad de Valladolid, y recibe financiación de la Universidad de Valladolid y del Banco Santander.

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Conheça a história de Jeanne du Barry, a prostituta amante de Luís XV que reinou em Versalhes

«Louis XV e Madame Du Barry», de Gyula Benczúr: odiada pela corte e adorada pelo rei, Jeanne du Barry conseguiu se impor por seis anos como a favorita do monarca, mas também acabou na guilhotina Hungarian National Gallery

Jeanne du Barry, a última amante oficial do rei Luís XV da França (1754-1793), era uma prostituta.

Odiada pela corte de Versalhes, mas adorada pelo rei, ela conseguiu se impor por seis anos como a favorita do monarca, ignorando todos aqueles que a detestavam por sua profissão vergonhosa e por não pertencer à nobreza. Entretanto, até mesmo a malfadada rainha Maria Antonieta teve que ceder e aceitá-la.

Ela foi retratada durante séculos como vulgar, feia e suja, e nada parecido com a realidade. Como o especialista Emmanuel de Waresquiel escreve em sua biografia de Du Barry, ela era culta, bonita, loira, com traços e comportamento requintados (nada parecido com sua representação em filmes como Maria Antoinette). Ela conhecia os costumes da elegância e do protocolo do Palácio de Versalhes graças a suas relações com a alta nobreza e seu treinamento em um convento. Além disso, seu trabalho como cabeleireira e como costureira em uma oficina de roupas femininas marcou a personalidade e a elegância de seu estilo refinado e sofisticado.

Mas sim, ela era uma prostituta. Foi isso que encantou o rei. Jeanne du Barry era uma especialista profissional em intimidade, fala-se até que ela usava pílulas afrodisíacas. Naqueles anos, ela era uma companheira fiel, que não interferia diretamente nos assuntos do governo do rei. Isso não a impediu de ser considerada manipuladora e ambiciosa.

A época dos libertinos

Jeanne Bécu, seu nome de solteira, conheceu o rei por meio de seu cafetão, o conde Jean-Baptiste du Barry, que tinha contatos entre os cortesãos e conseguiu que o assistente pessoal do rei a introduzisse em sua comitiva, ou melhor, em sua cama.

Isso foi fácil e possível porque, no século 18, a moral da alta sociedade francesa era influenciada pelos libertinos: intelectuais e aristocracia se misturavam em ambientes descontraídos, onde o erotismo, a sexualidade e a liberdade na intimidade não tinham limites. Isso é contado por Pierre Choderlos de Laclos em seu romance Les Liaisons Dangereuses (Ligações Perigosas), de 1782, por meio de 175 cartas nas quais os costumes da época são refletidos. O romance foi várias vezes transformado em filme.

Um homem nu deitado na cama serve de mesa para uma carta que uma mulher escreve em suas costas.
Uma Thurman e John Malkovich em uma cena de Ligações Perigosas, de Stephen Frears.
FilmAffinity

Os reis da França tinham esposas e, geralmente, uma amante oficial, uma favorita. A amante oficial de Luís XV durante anos, Madame de Pompadour, morreu em 1764 e, em 1768, a rainha consorte, Maria Leszczynska, morreu. O herdeiro do trono, Luís Fernando, e sua esposa, Maria Josefa da Saxônia, pais do futuro Luís XVI, também morreram. Portanto, em 1768, quando conheceu Jeanne, Luís era um rei triste e impopular, solitário, com pouco entusiasmo e pouca habilidade para governar.

Então ele encontrou Jeanne

De acordo com os historiadores Emmanuel de Waresquiel (mencionado acima), Marc Fourny e Alexandre Maral, quando Louis conheceu Jeanne, ele se apaixonou e não teve mais amantes até sua morte. Ele tinha 59 anos e ela, 23. Esse relacionamento despertou sua vitalidade perdida e o animou até o dia de sua morte: “Elle est très jolie, elle me plaît; cela doit suffire” (“Ela é muito bonita, eu gosto dela; isso deve ser suficiente”).

Portrait of Madame du Barry by François-Hubert Drouais.
Retrato de Madame du Barry por François-Hubert Drouais.
Museo del Prado

Para ser a amante oficial do rei, era desejável que a mulher tivesse um título nobre e não permanecesse solteira, a fim de mostrar uma imagem de decência. O monarca arranjou um casamento branco com o irmão de seu cafetão, Gillaume du Barry, que recebeu dinheiro e bens por isso. Após o casamento, ele se retirou para Toulouse e nunca se tornou realmente seu marido. Em troca, ela se tornou Condessa du Barry.

Foi então que Luís XV levou Jeanne du Barry para morar em Versalhes, em apartamentos particulares ao lado de seus quartos, luxuosamente decorados e com muito espaço, em comparação com o que era comum no palácio na época. Hoje, considera-se que eles exemplificam a elegância e o refinamento da arte do século 18. Ele lhe deu uma mesada de três milhões de libras por ano, além de joias e posses. Sem mencionar um pajem negro, chamado Zamor, um presente de um capitão inglês.

Durante o período em que Jeanne foi a favorita, ela manteve relações amistosas com filósofos como Voltaire, apoiou as artes decorativas e incentivou seu desenvolvimento. Grandes artistas trabalharam para ela: músicos, escultores e arquitetos.

“Há muitas pessoas hoje em Versalhes”.

Madame Du Barry retratada por Élisabeth Vigée-Lebrun em 1781.
Madame Du Barry retratada por Élisabeth Vigée-Lebrun em 1781.
Wikimedia Commons

De acordo com os historiadores, Jeanne era desprezada por todos. Uma prostituta, a favorita do rei? Era uma ideia insuportável. É por isso que ela foi insultada por toda Paris, em canções, em panfletos e por todas as classes sociais. Mesmo assim, os testemunhos da época não podem deixar de reconhecer sua postura. Jeanne era educada mesmo diante das humilhações mais explícitas. De acordo com a historiadora Evelyne Lever, ela permaneceu gentil e respeitosa com todos ao seu redor até o fim.

A própria princesa da época, Maria Antonieta, casada com o herdeiro Luís XVI, provocou um incidente diplomático ao não querer sequer cumprimentá-la. Ela a considerava uma prostituta e uma intrusa escandalosa na corte. No final, ela relutantemente cedeu e um dia se aproximou dela e disse:

Il ya bien de monde aujourd’hui à Versailles”. (“Há muitas pessoas hoje em Versalhes”).

Isso foi tudo. Maria Antonieta continuou a rejeitar e desprezar Jeanne. Esta última tentou, sem sucesso, conquistar sua afeição com presentes e cortesias que a princesa devolvia sem cerimônia. Entretanto, quando chegaram os dias da Revolução e todo o reino também detestava a agora rainha Maria Antonieta, ela cedeu e houve uma reaproximação.

Adeus, Versalhes; olá, guilhotina

Em 1774, o rei adoeceu com varíola. Jeanne cuidou dele mesmo diante do risco de contágio. Em maio, após sua morte, os novos reis Maria Antonieta e Luís XVI a expulsaram imediatamente de Versalhes.

Depois de viver por um tempo em um convento, ela se estabeleceu no palácio de Louveciennes que o rei havia lhe dado, longe da vida da cidade e da corte. Ela levava uma vida tranquila e burguesa, recebendo visitas de seus poucos amigos íntimos. Ela tinha um novo amor incondicional, o Duque de Brissac.

Sua vida poderia ter continuado pacificamente até o fim. No entanto, sofreu um roubo de joias que haviam sido pagas pelos cofres reais: diamantes e pérolas com valor atual de 60 milhões de euros. Ela fez uma denúncia pública em Paris e a notícia a trouxe de volta aos olhos do público. Seus bens, afetos e amizades foram considerados crimes de Estado.

Ela foi presa, julgada pelo tribunal revolucionário e condenada à guilhotina. Jeanne du Barry foi decapitada aos 50 anos de idade em 8 de dezembro de 1793. Diz-se que ela estava gritando, chorando e implorando por mais um minuto de vida.

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Ana María Iglesias Botrán não presta consultoria, trabalha, possui ações ou recebe financiamento de qualquer empresa ou organização que poderia se beneficiar com a publicação deste artigo e não revelou nenhum vínculo relevante além de seu cargo acadêmico.