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Técnicas de biorrefinería transforman residuos de zanahoria en materiales de valor añadido como biofilms o ácido láctico

Técnicas de biorrefinería transforman residuos de zanahoria en materiales de valor añadido como biofilms o ácido láctico

El Instituto de Bioeconomía de la UVa profundiza en los procesos de valorización de residuos orgánicos con el fin de convertirlos en activos de alto valor añadido

Cada año 1 300 millones de toneladas de alimentos (un tercio de la producción mundial) son desechados. Este problema se agrava aún más cuando hablamos de productos vegetales, ya que este tipo de residuos se producen en varias etapas de la cadena de valor y generan, además de un problema económico, otro medioambiental debido a la putrefacción. Los desechos vegetales se caracterizan por tener un alto grado de humedad y una alta carga orgánica, que los hace vulnerables a la actividad microbiana y, por tanto, difíciles de manipular. “Este problema hay que entenderlo de manera global. Debemos encontrar soluciones que nos permitan aprovechar los productos de la manera más eficiente posible. Algunos vegetales muy perecederos, por ejemplo, son un activo de alto valor añadido cuando se comercializan para el consumo humano. Sin embargo, a priori el excedente o los descartes servirían únicamente como fertilizantes (compost) o comida para animales generando grandes pérdidas económicas y emisiones potencialmente contaminantes. Así, debemos buscar procesos que nos permitan reconvertir las toneladas de residuos en activos de alto valor añadido como bioplásticos”, explica Juan García Serna, investigador del Instituto de Bioeconomía de la UVa. Esta reconversión de los residuos permitiría también comenzar a mitigar, y en un futuro llegar a atajar, otros problemas globales como la escasez de materiales, combustibles fósiles o la contaminación derivada del uso de los mismos.

La zanahoria es uno de los tubérculos más importantes cultivados a nivel mundial, con una producción anual de 36 millones de toneladas y un descarte del 30%. Este descarte se debe a tres causas principales: los residuos industriales de pulpa una vez extraído el zumo, el destrío (zanahoria entera o rota que no cumple con el estándar de calidad y se desecha durante su procesado) y las altas exigencias estéticas del mercado (no cumplen con el tamaño, diámetro, longitud o forma requeridos). En este contexto, la tesis doctoral de la investigadora Marta Ramos, dirigida por el propio Juan García Serna del Grupo de Ingeniería de Procesos a Presión de la Universidad de Valladolid, busca una solución a este problema explorando la valorización de biomasa a través de una biorrefinería basada en procesado con agua subcrítica, obteniendo productos de alto valor añadido a partir de residuos. El equipo ha publicado recientemente dos artículos científicos en acceso abierto sobre esta materia en la revista Journal of Cleaner Production.

La segunda vida de la zanahoria

La zanahoria, como muchos otros vegetales, se puede descomponer en una parte sólida y una parte líquida: la pulpa y el zumo. Una vez explotada la hortaliza por parte de la industria alimentaria se obtienen unos subproductos tanto de pulpa como de zumo que podrían llegar a tener una nueva vida tras pasar por procesos de fraccionamiento como la hidrólisis y la ultrafiltración y de estabilización como secado por spray o la liofilización.

La valorización de la pulpa se basa en un proceso de extracción de los compuestos de valor mediante una extracción hidrotermal. Este proceso se sirve de un caudal de agua presurizada entre 140 °C y 180 °C que pasa por un reactor con una carga de biomasa, en este caso la pulpa de la zanahoria. De estos residuos es especialmente interesante extraer azúcares, hemicelulosas y pectinas que son compuestos de gran valor para la economía circular. Pero, ¿qué se puede hacer con estos compuestos? Por un lado, los azúcares son un activo que se puede transformar en bioetanol, por ejemplo, gracias a la fermentación con levadura. Por otro lado, la hemicelulosa debido a su elasticidad podría ser reutilizada para la fabricación de biofilms para la industria alimentaria, tal y como explica García Serna. Para ello ha colaborado en la tesis de Marta Ramos con los profesores Henrick Grenman y Chunlin Xu de la universidad finlandesa Åbo Akademi y con el equipo del profesor Miguel Ángel Rodríguez del CellMat Laboratory UVa que forma parte del citado Instituto de Bioeconomía UVa. Por último, las pectinas presentan múltiples posibilidades tanto en la industria alimenticia, donde se utilizan como espesantes y gelificantes, como en la industria farmacéutica.

Los residuos del zumo de zanahoria, por su parte, también presentan múltiples opciones en cuanto a su reutilización. La valorización del zumo se basa en la recuperación de sus principales componentes, los carotenoides y los azúcares, mediante procesos de ultrafiltración y diafiltración, que consisten en la separación de los componentes del zumo mediante la utilización de membranas (ultrafiltración) y de membranas y agua (diafiltración). Los carotenoides son pigmentos naturales que destacan por sus componentes antioxidantes y por la protección frente a enfermedades cardiovasculares. Además, tienen una gran aplicación en las industrias alimentaria y cosmética. Mientras que los azúcares se pueden valorizar para la obtención de ácido láctico y, como apuntábamos en párrafos anteriores, de etanol mediante procesos fermentativos.

La bioeconomía circular

La Unión Europea y sus Estados miembros se han comprometido, a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, a reducir a la mitad, de aquí a 2030, el desperdicio de alimentos per cápita y a reducir la pérdida de alimentos en las cadenas de producción y suministro. Además, las nuevas políticas y directivas apuntan hacia la promoción de la sostenibilidad desde a la bioeconomía, la circularidad, la química verde, la reducción de plásticos, cero residuos o protección a la biodiversidad. Por ello, “es imprescindible buscar formas de valorizar los residuos más allá de la cadena de producción. Es decir, si no podemos utilizarlos como alimento para ganado porque no hay suficientes animales o por problemas logísticos, debemos buscar nuevas alternativas y no conformarnos con dejarlos en un vertedero”, apunta Juan García Serna.

En el Instituto de Bioeconomía de la Universidad de Valladolid están consiguiendo avances en esta área gracias, entre otras cosas, a la patente del proceso de extracción hidrotermal multilecho que permite “extraer y fraccionar los compuestos solubles de la biomasa residual y no residual, utilizando agua como solvente y a nivel de laboratorio da la posibilidad de extraer muestras más grandes, en vez de obtener miligramos de muestra extraer gramos”, explica el catedrático de Ingeniería Química.

Bibliografía

Marta Ramos, Andrés Beatriz Aguilera Torre, Juan García-Serna. ‘Hydrothermal production of high-molecular weight hemicellulose-pectin, free sugars and residual cellulose pulp from discarded carrots’, Journal of Cleaner Production. Volume 290, 25 March 2021, 125179. DOI: https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2020.125179

Marta Ramos, Andrés Beatriz Aguilera Torre, Juan García-Serna. ‘Production of purified hemicellulose-pectin fractions of different molecular weight from discarded carrots by hydrothermal treatment followed by multistep ultrafiltration/diafiltration’, Journal of Cleaner Production. Volume 321, 25 October 2021, 128923 DOI: https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2021.128923 (open access)

Marta Ramos, Andrés Beatriz Aguilera Torre, Juan García-Serna. ‘Biorefinery of discarded carrot juice to produce carotenoids and fermentation products’, Journal of Cleaner Production, Volume 323, 10 November 2021, 129139 DOI: https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2021.129139 (open access)

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Nanomedicina, una nueva esperanza para un diagnóstico precoz y un tratamiento más efectivo del cáncer

Nanomedicina, una nueva esperanza para un diagnóstico precoz y un tratamiento más efectivo del cáncer

Esta disciplina se presenta como una opción más eficaz y viable a los actuales tratamientos de quimioterapia en pacientes oncológicos tal y como muestran investigadores de la Universidad de Valladolid en un reciente estudio

Durante los dos últimos años la palabras ‘pandemia’ y ‘covid’ han formado una pareja indisoluble. Sin embargo, parecemos haber dejado de lado otras pandemias que desde hace años y años nos acechan. Una de las enfermedades mortales con las que convivimos es el cáncer, que ha alcanzado dimensiones pandémicas a nivel mundial. Según datos de la Organización Mundial de la Salud el cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo, ocasionando cada año 10 millones de defunciones. Conscientes de este problema, investigadores de la Universidad de Valladolid (UVa) centran sus esfuerzos en buscar en la nanomedicina alternativas a los tratamientos oncológicos actuales que permitan mejorar el diagnóstico y el tratamiento. “Con esta pandemia hemos aprendido que la ciencia y la investigación es el camino para solucionar los problemas que se nos presentan como sociedad, y el cáncer es uno de ellos. La nanomedicina no solamente tiene implicaciones para el futuro, sino que ya tiene un gran impacto en la actualidad facilitando el tratamiento y el diagnostico de la enfermedad, lo cual se traduce directamente en mayores tasas de curación y menos incomodidades para los pacientes”, aclara Juan González Valdivieso, investigador de la UVa.

Una de las principales características del cáncer es la multiplicación rápida de células cancerosas que se extienden más allá de sus límites habituales y pueden invadir partes adyacentes del cuerpo o propagarse a otros órganos. Además, las células sanas no son lo suficientemente fuertes para competir con las células cancerosas por los nutrientes que se encuentran en la sangre, ya que se sabe que estas últimas tienen un estado metabólico más rápido y consumen todos los nutrientes. Hasta el momento, la fórmula más extendida y viable para combatir esta enfermedad es la quimioterapia. No obstante, este tratamiento, aunque en ocasiones es eficaz, presenta algunas limitaciones: una baja especificidad en el tratamiento de los diferentes tipos de cáncer y los efectos secundarios que provoca en los tejidos sanos.

Nanomedicina: un futuro alentador

Un gran número de investigadores a nivel mundial se afana en desarrollar terapias alternativas a la quimioterapia que den solución a estas dos limitaciones tratando de producir dispositivos médicos de precisión innovadores y desarrollando tratamientos más específicos. Y la solución parece pasar por la nanomedicina y los biomateriales, tal y como demuestran investigadores de la Universidad de Valladolid. No obstante, ¿qué es la nanomedicina? Se trata de una combinación de nanotecnología, biomedicina, biomateriales y ciencias farmacéuticas que tiene como objetivo mejorar la biodisponibilidad, la respuesta a la dosis y la especificidad de los agentes terapéuticos. “El uso de la nanomedicina no se limita únicamente a mejorar la especificidad de los fármacos, sino que también mejora la accesibilidad de estos en el organismo. Cuando un fármaco es inyectado, este interactúa con componentes de la sangre, disminuyendo la cantidad de fármaco que llegara al tumor e incluso cambiando sus propiedades. La nanomedicina ha demostrado que es capaz de mejorar la velocidad con la que los fármacos se mueven por el torrente sanguíneo y proteger a los fármacos de esas interacciones en la sangre. Otro de los grandes problemas de la quimioterapia en general es que los fármacos tienen muy baja solubilidad, por lo que se necesitan grandes dosis para conseguir efectividad antitumoral. En este sentido, la nanomedicina mejora la solubilidad de los fármacos, reduciendo la dosis necesaria de fármaco y por lo tanto la posible toxicidad en el paciente”, aclara Valdivieso, investigador del grupo de dispositivos avanzados para nanomedicina. El equipo al que pertenece acaba de publicar una revisión sobre la materia en la revista científica International Journal of Pharmaceutics.

Sin embargo, la nanomedicina, que se ha establecido como una de las grandes esperanzas de la lucha contra el cáncer, no es ciencia ficción ni la protagonista de un futuro hipotético. Aunque faltan ciencia y camino por recorrer, la nanomedicina ya se está empleando en medicina clínica en algunas de las opciones de la quimioterapia. “El fármaco Doxil se usa desde hace más de dos décadas en pacientes de leucemia aguda, cáncer de ovario o con sarcoma de Kaposi. Otro ejemplo es Abraxane, empleado en pacientes de cáncer de mama, páncreas o pulmón. Abraxane consiste en una nanopartícula [empleada para transportar anticuerpos o medicamentos] que contiene el fármaco Paclitaxel, y no solo ha demostrado mejorar la efectividad terapéutica del fármaco, sino que además no implica el uso de medicaciones previas, lo que sin duda agradecen los pacientes”, explica el biólogo.

Continuará…

Como avanza el investigador del grupo de dispositivos avanzados para nanomedicina, Juan González Valdivieso, esta investigación continúa y se espera próximamente la publicación de los resultados de una investigación de nanoparticulas desarrolladas en la Universidad de Valladolid en muestras de pacientes de cáncer de pancreas. “Se trata de la primera vez que se describe el potencial terapéutico de este tipo de estrategia quimioterapéutica en uno de los tipos de cáncer mas mortales del mundo. El trabajo describe la eficacia antitumoral en muestras procedentes de pacientes de cáncer de pancreas y, ademas, se ha confirmado en ratones la seguridad del tratamiento para el organismo. Este trabajo se ha realizado en colaboración con un grupo de investigadores de Londres del University College London y Royal Free Hospital”, adelanta González Valdivieso.      

Bibliografía

Juan Gonzalez-Valdivieso, Alessandra Girotti, Jose Schneider, Francisco Javier Arias. ‘Advanced nanomedicine and cancer: Challenges and opportunities in clinical translation’. International Journal of Pharmaceutics, Volume 599, 2021, 120438, ISSN 0378-5173, https://doi.org/10.1016/j.ijpharm.2021.120438

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La reducción de la contaminación interior debe establecerse como una prioridad para investigadores y sociedad

La reducción de la contaminación interior debe establecerse como una prioridad para investigadores y sociedad

Un equipo científico de la Universidad de Valladolid alerta de la necesidad de encontrar mecanismos viables técnica y económicamente para combatir esta polución, hasta el momento la gran olvidada

Muchos de nosotros pasamos hasta el 90% del día en espacios cerrados: en casa, en el trabajo, en el colegio, en el transporte…, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Sin embargo, con este dato encima de la mesa, ¿nos hemos preocupado lo suficiente por la calidad del aire interior? Javier González, investigador del Instituto de Procesos Sostenibles (IPS) de la Universidad de Valladolid (UVa), lo tiene claro: “Tradicionalmente, solo la contaminación del aire y el entorno exterior se ha tenido en cuenta, pero en muchos escenarios, los niveles de contaminación son mayores en el interior. Recientemente, debido a la situación causada por la COVID-19, se ha acentuado aún más este problema, así como la necesidad de tratamiento del aire interior para mantener una buena calidad de aire”.

Atendiendo a datos publicados recientemente por la Organización Mundial de la Salud, más de 4 millones de personas mueren prematuramente al año por enfermedades atribuibles a la contaminación del aire de los hogares. Además, este tipo de polución genera pérdidas multimillonarias a empresas y Estados debido a la reducción de la productividad de los empleados, a las bajas laborales, mayores gastos del sistema de sanidad pública… Se estima que en el año 2010 estos costes asociados a la contaminación ascendieron a 1431 billones de dólares en la región de Europa. En este contexto, investigadores del Departamento de Ingeniería Química y Tecnología Ambiental de la UVa han publicado una revisión sobre la contaminación del aire en interiores y las estrategias de control. “La investigación en esta área presenta una gran oportunidad de innovación que puede tener mucho impacto en el funcionamiento de los edificios en un futuro no muy lejano. La mayor eficiencia energética de los edificios y los mayores niveles de contaminación que pueden darse pueden hacer que las biotecnologías sean indispensables para obtener una buena calidad de aire de interior”, reflexiona el investigador.

Personas trabajando en una cocina. Fotografía: Cipher. Flickr. CC-BY-SA-2.0

Contaminación interior contra eficiencia energética

La contaminación del aire y la exposición humana al aire de baja calidad es una de las amenazas ambientales que más preocupan actualmente a investigadores y personal sanitario. Sin embargo, estos efectos cada vez serán mayores debido al continuo crecimiento de las ciudades y a la mejora del aislamiento de los edificios. La normativa de edificación moderna se basa en fomentar el ahorro energético, provocando la reducción sustancial del intercambio de aire y, consecuentemente, un aumento de la concentración de contaminantes interiores. “Las medidas para la mejora de eficiencia energética suelen conllevar menor intercambio de aire con el exterior, que es la medida más sencilla de prevenir la mala calidad de aire de interior. Con sistemas de ventilación forzada aún se necesitaría aclimatar el aire exterior, por lo que en un futuro de mayor eficiencia energética la solución sería depurar el aire interior. En este escenario las tecnologías de depuración deben aparecer como una solución que sea viable y económica, por lo que la investigación en esta área es fundamental”, propone Javier González.

Minero en un yacimiento de carbón en Paipa Fotografía: RMaxSteenkist. Flickr CC-BY-NC-2.0

¿Cuáles son los principales contaminantes?

La información disponible sobre la contaminación interior es, hasta ahora, muy limitada, pero existen evidencias de que materiales particulados, compuestos inorgánicos volátiles y compuestos orgánicos volátiles son los contaminantes más frecuentes. Y, ¿de dónde proceden estos contaminantes?

Las partículas ingresan en los ambientes interiores, por un lado, a través de la ventilación, y, por otro, a través de aparatos de combustión como hornos o estufas y el humo del tabaco. Este contaminante es especialmente preocupante cuando el combustible utilizado es biomasa. Por otro lado, los compuestos inorgánicos volátiles como el dióxido de carbono (CO2), el monóxido de carbono (CO) o el ozono pueden aparecer en dispositivos de cocina y calefacción defectuosos, gases de vehículos o chimeneas. Y los compuestos orgánicos volátiles, tales como el benceno, el naftaleno o el tolueno, se desprenden, entre otras cosas, de los materiales de construcción utilizados en los edificios, plásticos, pinturas, productos de limpieza y farmacéuticos… “La contaminación más frecuente podría deberse a las partículas, ya que pueden provenir de todo tipo de fuentes. También se encuentran con bastante frecuencia compuestos inorgánicos como CO2, CO, óxidos de nitrógeno y ozono. El material particulado y los compuestos inorgánicos volátiles han sido muy estudiados en contaminación exterior, por lo que han sido los primeros en estudiarse en ambientes interiores. En los últimos años se están detectando cada vez más compuestos orgánicos volátiles en entornos de interior, que provienen tanto de materiales del propio edificio como de productos de uso puntual (limpieza, higiene personal…)”, aclara el investigador del IPS.

En este contexto, es fundamental encontrar mecanismos de prevención y minimización de las emisiones de contaminantes en interiores que sean suficientes y técnica y económicamente viables. Se han propuesto varias estrategias para prevenir la emisión y disminuir la concentración de gases. En general, la ventilación es la medida más sencilla y viable, y combinada con un control de la temperatura y la humedad relativa da buenos resultados. No obstante, cuando esto no es posible por, por ejemplo, encontrarse el edificio en una zona con alta contaminación exterior, las tecnologías físico-químicas y los métodos de purificación de base biológica se establecen como alternativas. “Actualmente, en los edificios de nueva construcción ya se incorporan estas tecnologías como buena combinación de eficiencia energética y control de calidad de aire. En espacios de mayor contaminación externa sería beneficioso incorporar estas tecnologías. El inconveniente es que las tecnologías de tratamiento de aire de interior, especialmente las que más ventajas ofrecen como las biotecnologías, aún están en desarrollo y apenas existen dispositivos comerciales que puedan utilizarse en un escenario real”, concluye González.

Bibliografía

Javier González-Martín, Norbertus Johannes Richardus Kraakman, Cristina Pérez, Raquel Lebrero Raúl Muñoz. ‘A state–of–the-art review on indoor air pollution and strategies for indoor air pollution control’ Chemosphere Volume 262, January 2021, 128376. DOI: https://doi.org/10.1016/j.chemosphere.2020.128376