Según la Comisión Europea, el 87 % de los ciudadanos europeos está preocupado por el impacto del plástico en el medio ambiente. Mientras, el debate sobre la sostenibilidad de este material a largo plazo sigue manifestándose con opiniones radicalmente opuestas. Hay quienes proclaman que es altamente contaminante y abogan por evitarlo. Otros, en cambio, lo consideran la mejor opción.
Los últimos datos recopilados por Plastics Europe apuntan que Europa produce un 14 % del plástico mundial. A lo largo de los últimos años, el monto ha oscilado alrededor de los 60 millones de toneladas.
Se trata de una tendencia que ha fluctuado paralelamente a la variación del PIB europeo durante esos mismos años, por lo que es probable que retome el aumento a medida que Europa se recupere del actual periodo inflacionario.
A nivel mundial, su producción ha crecido de manera sostenida desde 1950. Además, se prevé que siga incrementándose durante las próximas décadas y llegue, incluso, a duplicarse en 20 años.
Sigue siendo un material sin competidor
La producción de un bien, en condiciones de equilibrio, va de la mano de la demanda, pues si no, habría exceso de oferta. Por tanto, la tendencia al alza en la producción del plástico implica que está satisfaciendo un número muy amplio y cada vez mayor de necesidades.
Dado este contexto, es razonable predecir que no va a desaparecer de la economía en un plazo de décadas o, incluso, siglos. Al menos, no hasta que aparezca un nuevo material que sea más competitivo, mejorando sus propiedades a menor coste.
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Donde más se demanda este material es en los sectores del envasado, la construcción y el de transporte. El primero copa el mercado de plásticos en más de un 30 %. Aquí, por ejemplo, las láminas multicapa cumplen una función esencial, pues combinan las características únicas de diferentes plásticos para producir envases flexibles, transparentes y con protección selectiva contra la humedad ambiental, el oxígeno u otros gases.
El siguiente sector, la construcción, atrae un 17 % del total. Materiales funcionales como los plásticos porosos permiten a las viviendas de millones de personas mantener un buen aislamiento térmico a muy bajos costes. Esto es debido a que la estructura porosa está compuesta de hasta un 96 % de aire que, al ser buen aislante, impide la transmisión rápida del calor. Además, puesto que el plástico representa un porcentaje tan bajo del material total, sus costes son muy reducidos.
El tercero es el de la automoción, que consume un 10 % de la producción mundial. Los plásticos compuestos son materiales altamente ligeros y resistentes que permiten a automóviles y aviones ahorrar en carburante, reduciendo las emisiones de CO₂, mientras son seguros ante posibles accidentes.
Actualmente, en ninguno de los anteriores casos existen claros competidores del plástico en términos de propiedades y coste de producción. ¿Qué hay de malo entonces? El problema, como se verá a continuación, son las externalidades negativas –o daños indirectos– que produce.
Los daños del plástico en 2024
Los perjuicios de los desechos plásticos sobre los ecosistemas ya han sido estudiados: facilitan el transporte de especies invasoras y aumenta la mortalidad de especies marinas por ingesta o enredo. Sin embargo, quizá los más nocivos sean los microplásticos, presentes en los hábitats acuáticos, el aire que respiramos, el suelo, nuestras casas, incluso, en el agua que bebemos.
Sus riesgos los sufren no solo animales de todas las especies, sino también la salud de las personas.
A esto se suma el reto de su reciclado: según Eurostat, el 32.5 % de los residuos totales de plástico en Europa son reciclados en 2024. Del resto, un 25 % es vertido y un 45 % es destinado a recuperación de energía.
Esto último consiste en la conversión de residuos en calor, electricidad o combustible utilizable mediante una variedad de procesos, muchos de los cuales, como la incineración, producen dióxido de carbono. Además, se calcula que alrededor de un 3 % del total escapa del proceso de recolección, depositándose indefinidamente en el entorno terrestre o acuático.
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Por tanto, aún queda un largo camino hacia una economía circular completa. Y eso no es todo, pues es necesario también que la demanda de plástico reciclado incremente en paralelo al aumento del reciclaje.
Al respecto, en 2018 se calculó una demanda de plásticos reciclados del 6 % sobre el total. Se trata de un valor muy bajo que, aunque el Parlamento Europeo prevea un rápido incremento en los futuros años, hay que tener todavía en cuenta.
Y es que el proceso de reciclaje sigue siendo costoso e ineficiente. Además, los plásticos que se reciclan se destinan en su mayoría a aplicaciones de menor valor que representan su uso final. Ocurre, incluso, con termoplásticos como el PET, que no suelen sufrir pérdidas apreciables en sus propiedades. Tras el primer reciclado, tienden a no reciclarse nuevamente por causas económicas.
En guerra contra su mala gestión
En definitiva, el 87 % de los ciudadanos europeos hace bien en preocuparse, pues sobre ellos están cayendo cuantiosas externalidades negativas derivadas del plástico. Sin embargo, esto no quiere decir que deba o esté cerca de ser eliminado indiscriminadamente mediante gravosas regulaciones.
La solución ideal al problema del plástico no será imponer indistintamente su veto o sustitución, sino promover la internalización de externalidades por parte de los productores. Es decir, hacer que los costes o efectos secundarios negativos sean asumidos por quienes los causan.
Para ello, será necesario avanzar en el desarrollo de materiales más sostenibles y competitivos, así como en la investigación, tecnologización y sofisticación de su gestión. Esto es, la llamada economía circular, que es, citando a The New Plastics Economy: “una forma potencial de que nuestra sociedad prospere, al tiempo que reduce la demanda de materias primas finitas y minimiza las externalidades negativas”.
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