¿Es la climatización evaporativa la alternativa definitiva al aire acondicionado?

DimaBerlin/Shutterstock

Ante el calor, los equipos de aire acondicionado de la publicidad nos ponen ojitos… Pero luego vemos las orejas a la factura de la luz y nos entran dudas.

Nos gustaría estar frescos sin gastar mucha energía y dinero. Es entonces cuando aparecen los llamados “climatizadores evaporativos” como si fueran la panacea: son equipos aparentemente simples, baratos y eficientes, pero solo si los usamos correctamente.

Un climatizador evaporativo se basa en el método de climatización más antiguo conocido: el enfriamiento que se genera cuando el agua se evapora. Como el agua necesita energía para evaporarse, la extrae de algún sitio: del resto del agua que no se ha evaporado (como en un botijo), de la superficie con la que está en contacto (como el sudor desde la piel), o del propio aire (como la brisa marina).

Esta tecnología consiste en humidificar un material mediante una bomba que recircula el agua desde un depósito. A la vez, el aire circula en contacto con el agua gracias a un ventilador, favoreciendo la evaporación.

El consumo de la bomba y el ventilador es muy reducido comparado con la energía eléctrica que requiere un equipo de aire acondicionado convencional. Además, solo utiliza agua, evitando el uso de fluidos refrigerantes.

No confundir un sistema evaporativo con…


Climatizador evaporativo portátil: no tiene conexión a exterior, pero debe tener las ventanas ligeramente abiertas.
Ana Tejero

Un sistema evaporativo no es un equipo de aire acondicionado, término que reservamos para aquellos que generan frío por el mismo método que el frigorífico de casa. En este caso, en vez de extraer calor del interior del frigorífico y disiparlo fuera a la cocina, lo extraemos de la estancia a acondicionar y lo disipamos en el exterior de la vivienda.

Esto requiere un gran consumo de energía eléctrica. Además, se usan fluidos refrigerantes que, en caso de fugas, afectan al calentamiento global.

Tampoco es un “pingüino” o equipo de aire acondicionado portátil. Aunque visualmente son parecidos a los climatizadores evaporativos, son fáciles de distinguir: los primeros disponen de un conducto de aire que debe conectarse al exterior

Y no es un purificador de aire, aunque hay publicidad engañosa que lo vende también como tal. Existe una verdad de fondo: los primeros equipos parecidos a los actuales surgieron hace 100 años como “lavadores de aire”, para retener polvo en espacios industriales. Pero hay que saber que retienen principalmente partículas gruesas y que jamás van a favorecer la calidad del aire en cuanto a la proliferación de virus y bacterias.


Aire acondicionado portátil o pingüino: debe conectarse al exterior y mantener las ventanas cerradas.
Ana Tejero.

Usarlos de forma adecuada tiene su técnica

Una queja habitual en internet sobre estos equipos es que no se alcanzan las condiciones esperadas.

En primer lugar, no siempre es posible conseguir un ambiente confortable con un climatizador evaporativo. Si el clima es muy húmedo, casi no tiene efecto. Y si el clima es excesivamente cálido, el enfriamiento generado no es suficiente.

Por otro lado, el aire acondicionado “reseca” el aire: al bajar mucho la temperatura, parte del vapor de agua en el aire condensa (seguro que ha visto alguna vez gotear agua desde un equipo de aire acondicionado, como el de un coche). Sin embargo, un climatizador evaporativo lo humidifica. Lo adecuado es mantener la humedad relativa en casa entre el 40 % y el 60 % y evitar siempre superar el 70 %.

En este sentido, otra diferencia reside en que, cuando se usa el aire acondicionado, hay que cerrar las ventanas, porque recircula el aire que enfría. Por eso interesa que no haya intercambio con el ambiente exterior. Pero cuando funciona un climatizador evaporativo conviene abrirlas parcialmente, para que se vaya renovando el aire. Si no, se saturará de humedad. Esto reduce el efecto buscado a la vez que produce esa sensación indeseada de “sauna”.

También es cierto que, aunque algunos equipos comerciales incluyen bloques o acumuladores de hielo para colocarlos en el depósito de agua, su efecto es limitado y breve.

Limitado porque el calor que requiere el hielo para fundirse es mucho menor que el que requiere el agua para evaporarse (casi siete veces menor). Y breve porque, una vez fundido, no se puede volver a aprovechar su efecto hasta que regeneremos el hielo, lo que resulta poco práctico.

Por último, como se trabaja con agua, puede haber riesgo de proliferación de bacterias, como la Legionella. Para evitarlo solo hace falta tener cuidado con una cosa: vaciar completamente el depósito siempre que no se use y mantenerlo limpio.

¿Podemos combatir el calentamiento global usando estos equipos?

Es una realidad que la demanda energética para enfriar los edificios está aumentando y, con ella, el número de equipos de aire acondicionado instalados cada año.

El uso de los sistemas convencionales favorece el calentamiento global de forma indirecta, por las emisiones asociadas a la generación de la energía eléctrica que acciona los equipos, y de forma directa por las posibles fugas accidentales de refrigerante y por el calor que liberan las unidades exteriores.

Ante este panorama, el empleo adecuado del enfriamiento evaporativo, junto con otras estrategias como la ventilación durante las horas más frescas del día, es una buena práctica a la que aún podemos recurrir en muchas climatologías españolas para enfrentarnos a las necesidades crecientes de refrescar nuestras estancias sin influir negativamente sobre el calentamiento global.

Ana Tejero González recibe fondos en el marco del proyecto TED2021-129652A-C22, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de España (MCIN/AEI/10.13039/501100011033) y la Comisión Europea a través de fondos “NextGenerationEU”/PRTR.

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